Hace un par de años, cuando hacia pocos días que me había jubilado, llegó a mi casa una joven muy agradable, a la que yo, por supuesto, no conocía.
La joven, cuya presencia me había anticipado el Dr. Servin, pues ella es amiga de una de sus hijas, que en ese momento se encontraba estudiando en La Plata, resultó ser una de las nietas de Rodolfo Lapasta, hermano de papá, al que nosotros llamábamos, el tío Ñato.
Deseosa de saber la historia de sus abuelos paternos, a los que no conoció, dada su juventud, estuvo un par de horas, dialogando conmigo, y debo confesar, que hablaba solamente ella, pues a mí, que soy parlanchina por naturaleza, me dejó varios trancos atrás.
Dulce y agradable por demás, Juliana Lapasta, a quien hice una promesa que nunca cumplí: escribirle, se quedó esperando mis noticias.
Demostrando así, que esa es la razón por la que todos los de nuestro apellido, pierden contacto con sus familiares.
Intenté varias veces enviar correos electrónicos, pero siempre me daban error en el envío.
No sé si somos extraños, apáticos o poco apegados a la familia.
Pero yo quiero desmitificar esta postura. Con más razón ahora que vivo pegada a la PC hablando y escribiéndole a todo el mundo.
Sucede que en mis muchas búsquedas por la Web, encontré que nuestro apellido, curiosamente, mal escrito en los archivos del Hotel de Inmigrante, cuyos datos me proporcionara Juliana, están en Italia escritos de la misma manera.
Nuestro apellido, sería entonces LA PASTA y no LAPASTA, como ya está registrado en nuestros documentos. De ser así, quedan muy pocos familiares con nuestra identidad en la madre patria.
Recuerdo que en ese momento, me emocioné al saber que entre varios “gringos”, proveniente de Génova, llegó nuestra tatarabuela Filomena La Pasta, de 27 años, Sposata, con parentela desconocida, profesión agricultora/a; religión católica; barco: Sud América; fecha de llegada: 02/03/1882; nivel de enseñanza: non sa (no capaz) y yo, que siempre había rechazado mi nombre, comencé a quererlo, porque de alguna manera, me sentía identificada, tal vez por la nostalgia, con esa abuela italiana, tan sola, tan triste, tan lejana…
Por eso, quiero dedicarte, Juliana, este comentario, a vos, que me abriste las puertas para que yo volara buscando nuestras raíces.
Filomena Beatriz Lapasta
(Beba Lapasta)
La joven, cuya presencia me había anticipado el Dr. Servin, pues ella es amiga de una de sus hijas, que en ese momento se encontraba estudiando en La Plata, resultó ser una de las nietas de Rodolfo Lapasta, hermano de papá, al que nosotros llamábamos, el tío Ñato.
Deseosa de saber la historia de sus abuelos paternos, a los que no conoció, dada su juventud, estuvo un par de horas, dialogando conmigo, y debo confesar, que hablaba solamente ella, pues a mí, que soy parlanchina por naturaleza, me dejó varios trancos atrás.
Dulce y agradable por demás, Juliana Lapasta, a quien hice una promesa que nunca cumplí: escribirle, se quedó esperando mis noticias.
Demostrando así, que esa es la razón por la que todos los de nuestro apellido, pierden contacto con sus familiares.
Intenté varias veces enviar correos electrónicos, pero siempre me daban error en el envío.
No sé si somos extraños, apáticos o poco apegados a la familia.
Pero yo quiero desmitificar esta postura. Con más razón ahora que vivo pegada a la PC hablando y escribiéndole a todo el mundo.
Sucede que en mis muchas búsquedas por la Web, encontré que nuestro apellido, curiosamente, mal escrito en los archivos del Hotel de Inmigrante, cuyos datos me proporcionara Juliana, están en Italia escritos de la misma manera.
Nuestro apellido, sería entonces LA PASTA y no LAPASTA, como ya está registrado en nuestros documentos. De ser así, quedan muy pocos familiares con nuestra identidad en la madre patria.
Recuerdo que en ese momento, me emocioné al saber que entre varios “gringos”, proveniente de Génova, llegó nuestra tatarabuela Filomena La Pasta, de 27 años, Sposata, con parentela desconocida, profesión agricultora/a; religión católica; barco: Sud América; fecha de llegada: 02/03/1882; nivel de enseñanza: non sa (no capaz) y yo, que siempre había rechazado mi nombre, comencé a quererlo, porque de alguna manera, me sentía identificada, tal vez por la nostalgia, con esa abuela italiana, tan sola, tan triste, tan lejana…
Por eso, quiero dedicarte, Juliana, este comentario, a vos, que me abriste las puertas para que yo volara buscando nuestras raíces.
Filomena Beatriz Lapasta
(Beba Lapasta)
No hay comentarios:
Publicar un comentario