domingo, 29 de abril de 2012
"Claves en Diagonal" N° 27
"Claves en Diagonal"
N° 27
Se puede adquirir en la Novena FLIA La Plata los días sábado 28, domingo 29, lunes 30/4 y martes 1 de Mayo, en la plaza San Martín, ciudad de La Plata, a partir de las 16 horas.
Cumpleaños
El 22- Luisa Matos
Fabiana Pensado
El 23- Sergio Sansobrino
El 28- Martin Svarycheski
Graciela Valle De Aldasoro
domingo, 22 de abril de 2012
Día Mundial de la Tierra
El Gran Jefe Blanco de Washington podrá confiar en la palabra del jefe Seattle con la misma certeza que espera el retorno de las estaciones. Como las estrellas inmutables son mis palabras.
Pero… ¿Quién puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Esa idea es para nosotros extraña. Ni el frescor del aire, ni el brillo del agua son nuestros. ¿Cómo podría alguien comprarlos? Si nadie puede poseer la frescura del viento ni el fulgor del agua, ¿cómo es posible que usted se proponga comprarlos? Aún así, trataremos de tomar una decisión.
Cada pedazo de esta tierra es sagrado para mi pueblo. Cada rama brillante de un pino, cada puñado de arena de las playas, la penumbra de la densa selva, cada rayo de luz y el zumbar de los insectos son sagrados en la memoria y vida de mi pueblo. La savia que recorre el cuerpo de los árboles lleva consigo la historia del piel roja.
Los muertos del hombre blanco olvidan su tierra de origen cuando van a caminar entre las estrellas. Nuestros muertos jamás se alejan de esta bella tierra, pues ella es la madre del hombre piel roja. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas; el ciervo, el caballo, el gran águila, nuestros hermanos. Los picos rocosos, los surcos húmedos de las campiñas, el cuerpo sudoroso del potro y el hombre, todos pertenecemos a la misma familia.
Por esto, cuando el Gran Jefe Blanco en Washington manda decir que desea comprar nuestra tierra, pide mucho de nosotros. El Gran Jefe Blanco dice que nos reservará un lugar donde podamos vivir satisfechos. Él será nuestro padre y nosotros seremos sus hijos.
Él ha enviado máquinas para ayudar al hombre blanco en su trabajo, y con ellas se construyen grandes poblados. Él hace que vuestra gente sea, día a día, más numerosa. Pronto invadiréis la tierra, como ríos que se desbordan desde las gargantas montañosas, como una inesperada lluvia. Mi pueblo, sin embargo, es como una corriente desbordada, pero sin retorno. No, nosotros somos razas diferentes. Nuestros hijos y los vuestros no juegan juntos, y vuestros ancianos y los nuestros no cuentan las mismas historias. Dios os es favorable, y nosotros nos sentimos huérfanos.
Aun así, meditaremos sobre vuestra oferta de comprarnos la tierra. No será fácil, porque esta tierra es sagrada para nosotros. Esta agua brillante que se escurre por los riachuelos y corre por los ríos no es apenas agua, sino la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos la tierra, ustedes deberán recordar que ella es sagrada, y deberán enseñar a sus niños que ella es sagrada y que cada reflejo sobre las aguas limpias de los lagos hablan de acontecimientos y recuerdos de la vida de mi pueblo. El murmullo de los ríos es la voz del padre de mi padre.
Los ríos son nuestros hermanos, sacian nuestra sed. Los ríos cargan nuestras canoas y alimentan a nuestros niños. Si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben recordar y enseñar a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos, y los suyos también. Por lo tanto, ustedes deberán dar a los ríos la bondad que le dedicarían a cualquier hermano.
Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestras costumbres. Para él una porción de tierra tiene el mismo significado que cualquier otra, pues es un forastero que llega en la noche y extrae de la tierra aquello que necesita. La tierra no es su hermana sino su enemiga, y cuando ya la conquistó, prosigue su camino.
La sepultura de su padre y los derechos de sus hijos son olvidados. Trata a su madre, a la tierra, y al cielo como cosas que puedan ser compradas, saqueadas, vendidas como carneros o adornos coloridos. Su apetito devorará la tierra, dejando atrás solamente un desierto.
Mi gente siempre se ha apartado del ambicioso hombre blanco, igual que la niebla matinal en los montes cede ante el sol naciente. Las cenizas de nuestros antepasados, sus tumbas, son tierra santa, y por eso estas colinas, estos árboles, esta parte del mundo, nos es sagrado. Nuestras costumbres son diferentes. Tal vez sea porque soy un salvaje que no comprendo.
No hay un lugar quieto en las ciudades del hombre blanco. Ningún lugar donde se pueda oír el florecer de las hojas en la primavera o el batir de las alas de un insecto. Tal vez sea porque soy un hombre salvaje y no comprendo.
El ruido de vuestras ciudades es un insulto para el oído de mi gente y me pregunto, ¿qué clase de vida tiene el hombre que no es capaz de escuchar el grito solitario de la garza o el diálogo nocturno de las ranas en un estanque?
Mi pueblo prefiere el suave murmullo del viento encrespando la superficie del lago, y el propio viento, limpio por una lluvia diurna o perfumado por los pinos. El aire es de gran valor para nosotros, pues todas las cosas participan del mismo aliento: el animal, el árbol, el hombre, todos. El hombre blanco parece no dar importancia al aire que respira, a semejanza de un hombre muerto desde hace varios días, que es insensible a su propio hedor. Pero, si os vendemos nuestra tierra, no olvidéis que tenemos al aire en gran estima, que el aire comparte su espíritu con la vida entera. El viento dio a nuestros padres el primer aliento, y recibirá el último. Y el viento también insuflará la vida a nuestros hijos. Y si os vendiéramos nuestra tierra, tendríais que cuidar del aire como un tesoro y cuidar la tierra como un lugar donde también el hombre blanco sepa que el viento sopla suavemente sobre la hierba en la pradera.
Por lo tanto, vamos a meditar sobre la oferta de comprar nuestra tierra. Si decidimos aceptar, impondré otra condición: el hombre blanco debe tratar a los animales de esta tierra como a sus hermanos.
Soy un hombre salvaje y no comprendo ninguna otra forma de actuar. Vi un millar de búfalos pudriéndose en la planicie, abandonados por el hombre blanco que los abatió desde un tren al pasar. Soy un hombre salvaje y no comprendo cómo es que el caballo humeante de hierro puede ser más importante que el búfalo, que nosotros apenas sacrificamos para protegernos y alimentarnos.
¿Qué es el hombre sin los animales? Si todos los animales se fuesen, el hombre moriría de una gran soledad de espíritu, pues lo que ocurra con los animales en breve ocurrirá a los hombres. Hay una unión en todo.
Ustedes deben enseñar a sus niños que el suelo bajo sus pies es la ceniza de nuestros abuelos. Para que respeten la tierra, digan a sus hijos que ella fue enriquecida con las vidas de nuestro pueblo. Enseñen a sus niños lo que enseñamos a los nuestros, que la tierra es nuestra madre. Nuestros muertos siguen viviendo entre las dulces aguas de los ríos, y regresan con cada suave paso de la Primavera, y sus almas van con el viento que sopla, rizando la superficie del lago. Todo lo que le ocurra a la tierra, le ocurrirá a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen en el suelo, están escupiendo en sí mismos.
Esto es lo que sabemos: la tierra no pertenece al hombre; es el hombre el que pertenece a la tierra. Todas la cosas están relacionadas como la sangre que une una familia.
Lo que ocurra con la tierra recaerá sobre los hijos de la tierra. El hombre no tejió el tejido de la vida; él es simplemente uno de sus hilos. Todo lo que hiciere al tejido, lo hará a sí mismo.
Incluso el hombre blanco, cuyo Dios camina y habla como él, de amigo a amigo, no puede estar exento del destino común. Es posible que seamos hermanos, a pesar de todo.
Podéis pensar que ahora Dios os pertenece, de igual manera que hoy deséais que nuestras tierras sean vuestras. Pero Él es el Dios de todos los hombres y su amparo alcanza a mi gente y a la vuestra. La tierra es preciosa, y despreciarla es despreciar a su creador. Los blancos también pasarán; tal vez más rápido que las otras tribus. Contaminen sus camas y una noche serán sofocados por sus propios desechos.
Cuando nos despojen de nuestro terruño, ustedes brillarán intensamente iluminados por la fuerza del Dios que los trajo a estas tierras y por alguna razón especial les dio el dominio sobre ellas y sobre el hombre piel roja. Este destino es un misterio para nosotros, pues no comprendemos que los búfalos sean exterminados, los caballos bravíos sean todos domados, los rincones secretos del bosque denso sean impregnados del olor de muchos hombres y la visión de las montañas obstruida por hilos de hablar [telégrafos].
¿Qué ha sucedido con el bosque espeso? Desapareció.
¿Qué ha sucedido con el águila? Desapareció.
La vida ha terminado. Ahora empieza la supervivencia.
sábado, 21 de abril de 2012
Cumpleaños
el 15: Andrés Fittipaldi
el 19:-Yamila Kesler
el 21: Guillermina Livio
Maria Guillermina Rodríguez
Joaquin F. Suárez
jueves, 19 de abril de 2012
"Hechizos en Burbujas" en la Feria del Libro
miércoles, 18 de abril de 2012
domingo, 15 de abril de 2012
Cumpleaños
Cruce de los Andes 2012 *** por Horacio Spalletti
Desde mis primeros viajes iniciáticos al norte argentino que inmediatamente dieron paso al descubrir de los países limítrofes siempre traté de priorizar lo cultural por sobre la belleza de la postal turística.
Interiorizarme de la cultura y descubrir su gente, conocer su problemática y tratar de comprender su naturaleza es lo que me motivó, motiva y me anima en esa búsqueda de horizontes nuevos que no es otra cosa que bucear en el conocimiento interior.
Pero esta vez era diferente. El viaje era una mezcla de revisionismo histórico y aventura en un medio de transporte que nunca antes había utilizado: la mula. No solo eso, también había que dormir en carpa durante una semana y cruzar dos pasos de montaña a 4800 metros. Sin dudar un solo instante procuré todo el equipo necesario para semejante travesía. El itinerario a seguir no solo era de los más tentadores, sino que me henchía el pecho.
La invitación del gobierno sanjuanino a participar de la octava edición del cruce de los Andes por la misma ruta que había realizado el Libertador don José de San Martín hicieron que “la previa” fuera más excitante que cualquier aventura, viaje exótico o cultural anterior
La expedición contaba con algunas etapas previas antes de llegar a la cordillera. En Barreal, hicimos la primera jornada y de allí partimos en camionetas 4x4 rumbo a la estancia Los Manantiales donde se me presentó la primera duda: montar una mula o un caballo. La mula es más segura en la angosta huella al borde de profundos precipicios, mientras que el caballo es más cómodo de ancas y de carácter más dócil. Elegí un bayo que me resultó amigable en los primeros pasos de prueba y juntos encaramos el primer repecho. Tras una jornada de cinco horas llegamos al refugio de Friás Altas a 3700 mts de altura donde el paisaje ya había variado: el diámetro de las piedras se había reducido notablemente en cambio la vegetación había desaparecido.
Al otro día, salimos en busca de la cuesta de El Espinacito a 4800 mts , donde los animales hicieron un terrible esfuerzo, pero al llegar a la cumbre, todos tuvimos una recompensa: nosotros, al contemplar una vista increíble del Aconcagua y ellos, al descansar un rato. Aquí se pasa del sol limpio a los temporales de altura con garrotillo de por medio, algo que los lugareños denominan a una especie de lluvia, granizo y nieve. La cabalgata se extendió por una diez horas, el cuerpo dolí, pero ya estábamos a mitad de camino de lo hecho por San Martín, quien cruzó por allí con cinco mil hombres. Alcanzamos el valle de Los Patos, luego, siempre en territorio sanjuanino llegamos a valle Hermoso y ahí a festejar en el hito que marca el límite entre los dos países. Belleza y emoción se mezclaron y la mayoría derramamos un lagrimón.
Las largas jornadas de travesía y cabalgata, las alturas y su falta de oxígeno, junto a las dificultades del terreno me hicieron ver más grande la proeza del Libertador quien por allí pasó con cerca de 10 mil animales que transportaban hombres, hospitales de campaña, imprentas e innumerables pertrechos.
Si la subida del Espinacito fue dura, no menos fue su bajada en busca de las Vegas de Gallardo. Un tercio de los expedicionarios lo hizo caminando y llevaban de las riendas a su animal. Mi caballo paró a tomar aire y coraje no menos de una decena de veces en el empinado trayecto. Pero esta escena de paisajes bellos e inhóspitos con reconfortante ríos que nos permitían pegarnos un chapuzón o tomar de sus puras y cristalinas aguas nos acompañó a lo largo del todo el viaje.
Día de descanso
Tras una marcha de cinco horas y otra de diez a lomo de animal llegó el reconfortante tercer día y con él, el día de descanso en el inmenso valle de Los Patos. Su pastura y su cantidad de agua también hicieron las delicias de los animales. Aproveché para internarme en el paisaje remontando un río en busca de fotos y de un baño reparador, pero lo hermoso de mi excursión tuvo su consecuencia, ya que llegué demasiado tarde para el almuerzo y me tuve que contentar con una lata de peras en almíbar de la cual los gendarmes solo utilizaban su jugo para mezclarlo con vino.
Mi recompensa llegó cuando el sol comenzaba a esconderse entre los cerros. No sé de dónde y tampoco pregunté, apareció una pata de chancho, sí, un jamón, sin embargo mis ojos no daban crédito cuando, tras cartón, aparecieron las trucha. Tanto los gendarmes como los arrieros habían llevado sus cañas y tras encarnar con langosta –abundaban en los pastizales del valle- trajeron rededor de setenta piezas que acompañé con una buena botella de vino sanjuanino que uno de los médicos me había obsequiado la noche anterior. Aprovechando que la mayoría de los expedicionario se encontraba en sus carpas, descansando, fuimos pocos los que logramos disfrutar de aquel manjar.
Esa noche no cené, pero sí, como todas las noches participé del fogón, lo que tuvo de diferente fue ver la Vía Láctea tan completa como pocas veces la vi. Todo un regalo para los sentidos.
Mi caballo
Desde Barreal salimos en camionetas 4x4 hacia la estancia Los Manantiales en busca de los animales que nos transportarían durante la travesía. Mi camioneta fue una de las últimas en llegar por lo tanto ya quedaban los últimos caballos y mulares. A la hora de elegir pedí ensillar un bayo con crines y cola larga, de buen porte y finas patas. Para que hubiera menos cantidad de confusiones el caballo tenía un número en su bozal, similar al de la montura —elemento que todas las jornadas estaba a nuestro cuidado junto al bozal— la mía dormía conmigo sirviendo el cojinillo y el pelero de colchón y aislante. Mi caballito llevaba el número cincuenta, mi edad.
Al final de la primera jornada llegué entre los últimos, sumado a que me quedé observando cuanto accidente aconteció —caídas, resbalones, ajuste de cinchas— y sacando fotos que me demandaban tiempo y esfuerzo. Mi bayo no era de los más briosos, más bien bastante pachorriento.
Al día siguiente, luego de la diana que sonó a las 7.00 fui a buscar mi bayo, al poner la montura llamé a uno de los arrieros para que me diera una mano en el ajuste de la cincha y aproveché para preguntarle por el nombre del caballo.
—Horacio— me dijo.
—¿Cómo Horacio? —Pregunté pensando en que me estaba chisteando.
—Es que el dueño de esta tropilla se llama Horacio y a este bayo le quedó ese nombre.
De allí en más mi vínculo con el animal que llevaba por número mi edad y respondía a mi nombre se hizo más intenso.
martes, 10 de abril de 2012
Adiós, Alberto Merlo
Se ha cortado la cuerda de una guitarra…
domingo, 8 de abril de 2012
jueves, 5 de abril de 2012
miércoles, 4 de abril de 2012
lunes, 2 de abril de 2012
1982 - 2 de abril - 2012
En recordación a Malvinas
Milonga del muerto
Jorge Luis Borges
Lo he soñado en esta casa
entre paredes y puertas.
Dios les permite a los hombres
soñar cosas que son ciertas.
Lo he soñado mar afuera
en unas islas glaciales.
Que nos digan lo demás
la tumba y los hospitales.
Una de tantas provincias
del interior fue su tierra.
(No conviene que se sepa
que muere gente en la guerra).
Lo sacaron del cuartel,
le pusieron en las manos
las armas y lo mandaron
a morir con sus hermanos.
Se obró con suma prudencia,
se habló de un modo prolijo.
Les entregaron a un tiempo
el rifle y el crucifijo.
Oyó las vanas arengas
de los vanos generales.
Vio lo que nunca había visto,
la nieve y los arenales.
Oyó vivas y oyó mueras,
oyó el clamor de la gente.
Él sólo quería saber
si era o si no era valiente.
Lo supo en aquel momento
en que le entraba la herida.
Se dijo "No tuve miedo"
cuando lo dejó la vida.
Su muerte fue una secreta victoria.
Nadie se asombre
de que me dé envidia y pena
el destino de aquel hombre.
domingo, 1 de abril de 2012
Protestar no es escándalo, es un derecho!!
Escándalo es el saqueo ambiental del Iberá!!
Coordinadora de Prensa y Difusión
Salvemos al Iberá