domingo, 14 de abril de 2024

Los Fittipaldi de Tapalqué

En esta nueva entrada ponemos a disposición un artículo acerca de las raíces de la familia Fittipaldi en el querido pueblo de Tapalqué. ¡Esperamos que lo disfruten!



Los Fittipaldi de Tapalqué (1)

Por Gladis Fittipaldi


Estaba en la caja de fotos de la tía Gregoria Orlando (abuela de Beba). Por favor si alguien reconoce a alguno de los presentes, enviar su nombre a gladisfitti2@gmail.com


A mediados de los noventa del siglo pasado, se realizó en Tapalqué una muestra con la participación de la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos de Tapalqué. Era presidente de la Institución, en ese momento, Pablo Fittipaldi – hijo de Antonio Fittipaldi y de María Antonia Genco. Participó también, en esa oportunidad, la “Sociedad Italiana de Olavarría”. Como siempre me ha interesado conocer los orígenes de la familia escribí una breve síntesis de los Fittipaldi, pero me encontré con la dificultad que al no quedar sobrevivientes de los primitivos inmigrantes, no se podía verificar la información de aquella generación histórica que había desafiado el mar para habitar esta tierra de promisión y de esperanza. Los datos conseguidos se exhibieron en un stand, con la idea de incrementarlos en el futuro.

Con el tiempo, instalada nuevamente en La Plata me dediqué a la familia y entre hijos, nietos y bisnietos el proyecto quedó inconcluso.

Antes de la pandemia, “Tapalqué de Ayer” me invitó para que realizara una especie de historia de la numerosa y querida familia de la que formo parte. Busqué aquel archivo, pero no quiso aparecer, así que empecé de nuevo la recopilación. Hace poco encontré una carpeta con el título: “La saga de los Fittipaldi” donde guardaba algo del material. Entre ellos, una investigación de Rafael Darío Capdevila. Cuando lo leí, recordé que siempre me había intrigado saber: ¿Por qué los italianos del sur habían abandonado su tierra, tras un futuro tan incierto? “Pocho” con su proverbial generosidad, había investigado sobre el tema. Luego llegó la pandemia y este proyecto, como tantos otros, quedó en el olvido. Al retomarlo decidí empezar por mi familia más cercana, que es la que más conozco. Ya avanzado el trabajo decidí cambiar el título cuando descubrí en Internet que ya había sido utilizado por los Fittipaldi de Brasil.

Agradezco a “Tapalqué de Ayer” que, con su invitación, me ha permitido rescatar estas páginas del olvido. Un recuerdo especial a Susana Genco de Argaña, vecina del Semanario quien me proporcionó los nombres de los Fittipaldi que vinieron de Italia. A Guillermina Pinciroli que me ha enviado varias investigaciones, a Beba Lapasta, a su nieto Eliseo Guillermo Páez, a mi sobrina Ethel Spalletti que me ha brindado consejos muy valiosos, con su cuota de “humor fittipaldeano” indispensable para que el trabajo resultara placentero. Y un abrazo agradecido para mis hijos y mis nietos, especialmente Joaquín -mi nieto- que me ha auxiliado con la tecnología y me sacó en andas cuando no sabía manejar la computadora nueva. Solo me resta invitar a todos los Fittipaldi que hayan investigado sobre la historia de su familia y hayan encontrado líneas comunicantes con la nuestra a que, si lo desean, envíen escritos (máximo 2 páginas), datos o fotos a “gladisfitti2@gmail.com” que yo lo incorporaré a este trabajo con el nombre de su autor, como corresponde.


Los Fittipaldi - Capdevila


Antonia y José


    José Artista Fittipaldi y Antonia Capdevila, se casaron en la iglesia San Gabriel Arcángel de Tapalqué el 20 de febrero de 1920. Tuvieron 8 hijos, de los cuales soy la menor, (aunque ya peino canas) y una bella historia familiar que intentaré contar. En esta incursión al pasado encontré en algunos libros de historia detalles interesantes sobre los inmigrantes del sur de Italia que intentaré ir incorporando en el transcurso del relato. Para empezar diré que los inmigrantes italianos que vinieron del sur y llegaron a Tapalqué, lo hicieron desde San Severino Lucano, una pequeña y bella población situada en Pcia de Potenza, región Basilicata, Italia.

Marica y sus 8 hijos
Mela, José, Chicha, Berto, Cata, Chin y Juanita

Marica, Chín, Juanita y Gladis







Fito














Retrocediendo en el tiempo
Los Fittipaldi

Se llamaba José, como el carpintero de Nazareth. Y como él, era humilde, dedicado a su familia y trabajador. Nacido en Tapalqué, Pcia de Bs. As. Argentina en 1891. Hijo de Joaquín Fittipaldi (1842) y Filomena Marino 1847, quienes se casaron en Italia, en (1868). Vinieron a la Argentina alrededor de 1875 con un hijo de, aproximadamente, 5 años, llamado Francisco (Pancho) que ya adulto se casó con Antonia Grosso. Acá surge la primera diferencia con otros relatos que dicen que María también había nacido en Italia. Según nuestra investigación, acá nacieron el resto de los hijos de Joaquín y Filomena; María casó con Santiago Arrigoni, Filomena con Nicolás Lanaro; Isidora con José Binda; Vicente; Lucia; José con Antonia Capdevila; Pablo con Gregoria Orlando. Casi todos formaron familias numerosas.

Filomena Lanaro e hijas, Pablo y Vicente



Coco Fittipaldi y su violín
Juan y Rosita






















Los que vinieron de Italia

El primero en llegar a Tapalqué fue Domingo Fittipaldi quien a los pocos años trajo a sus hermanos Joaquín, Vicente y Severo. Algunos como Joaquín se habían casado en Italia y otros lo hicieron en estas tierras.

Transcribo datos de los cuatro hermanos que vinieron de Italia y sus familias. Los recopilamos con Susana Genco de Argaña hace unos cuantos años. Ahora fueron comparados con la información que gentilmente me enviara, hace poco, Guillermina Pinciroli. Encontramos pequeñas diferencias. Si el lector detecta algún error, favor de escribirnos, así vamos depurando el trabajo.

Saverio (Severo, nacido 1830) casado con Nicolina Russolino

hijos:
Vicente


Francisco

Concepción con Juan Bautista D´Alesandro

Humberto con Melo

Vicenta con Francisco Armando

Giussepe

Vicente

María Ana



Vicenzo (Vicente, nacido 1836) casado con María F. Santa Marino
Flia. Fittipaldi de Gral. Alvear

hijos:

Francisco con Amelia Rodríguez (General Alvear)

Rosa con Antonio Carluccio

José María

Floro con Angélica Vivas
Floro

Cristina

Filomena



Gioacchino (Joaquín, nacido 1847) casado con Filomena Marino

hijos:

Francisco con Antonia Grosso

María con Santiago Arrigoni
Familia Fittipaldi de Alvear


Isidora con José Binda

Juan con Rosa Fittipaldi

Filomena con Nicolás Lanaro

Lucía

Vicente

José Artista con Antonia Capdevila

Pablo con Gregoria Orlando



Doménico (Domingo, nacido 1848) casado con Ernestina Peralta

hijos:

Francisco con Casilda López

Ernestina con Aurelio Cueto

Rosa con Antonio Genco

Basilio

Domingo

Ramona con Jesús Fernández

Balbina

Juan con Ana Milioni

Sebastiana




Certificados traídos de San Severino Lucano

(Colaboración de Eliseo Guillermo Páez)

Partida de Nacimiento del abuelo Joaquín Fittipaldi

Acta de casamiento del abuelo Joaquín Fittipaldi























El Humor de los Fittipaldi

“Dicen los que saben, que el verdadero humor existe cuando las personas se ríen de sus propias experiencias y no cuando se burlan de los errores de los demás”. Si seguimos esta línea de razonamiento, casi todos los Fittipaldi tenían sentido del humor.


a) Papá nos solía contar que cada vez que iba a bautizar a uno de sus hijos el Cura Párroco le preguntaba:-¿Cómo te llamas hijo? José Artista Fittipaldi, Padre. Artista, -pero no de circo- agregaba el Padre García.

Y antes que terminara, las carcajadas de quienes lo escuchábamos que ya conocíamos la anécdota, poblaban el recinto…

b) (enviado por Beba Lapasta) Corría el año 40 y tantos, el hotel se había vendido. El abuelo Pablo que era buscavidas le propuso a Orfilio comprar mercadería y salir a vender por el campo y traer productos de la zona rural. En la jardinera tirada por la Torda salieron a probar fortuna y les estaba yendo muy bien. Cierto día cargaron al tope la jardinera y al regresar todos fueron a dar al medio de una laguna. La familia preocupada porque llegaba la noche y aún no habían regresado los vieron llegar embarrados, traídos por la noble yegua, con las manos vacías y riéndose de su desgracia.

c) Alrededor de 1950 circulaba en Tapalqué esta anécdota. En un baile que se realizaba en el famoso Cine San Miguel, (Sociedad Italiana) bailaba una pareja. Como el muchacho no lograba entablar conversación con la chica le dice: --¡Qué ojos mas lozanos tiene, Señorita

Y la chica que confundió el adjetivo lozano con un apellido de Tapalqué, le respondió: -¡Y Ud. que ojos de Fittipaldi!

Alrededor de los años 50 vino a Tapalqué un comisario muy exigente que hacía meter preso a todo el que encontraba en infracción. Los agentes encontraron una bicicleta mal estacionada esperaron que llegara (era el Chin) y se los llevaron a los dos presos. Allí tenía que esperar al comisario. Pasó toda la mañana y el comisario no aparecía. Cuando llegó el mediodía el Chin se acercó a los policías y muy serio les preguntó:

Me podrían informar: - ¿Quién estaba en infracción, la bicicleta o yo?

-La bicicleta - le respondieron a coro los policías.

Bueno - les dice el Chin- les dejo presa la bicicleta y yo me voy a trabajar.


Los Capdevila


Marica, Luís, Feliciano, Ubaldo, Fidencia, Juana Manuela, Clementina, Cristóbal, abuela Trinidad y abuelo Sabiniano

Antonia Capdevila, también había nacido en Tapalqué, el 2 de setiembre de 1898, hija de Sabiniano, y de Trinidad Barraza (1868); de Las Flores. Sabiniano Capdevila era hijo de Nicolas Capdevila y Rosario Pavón y Trinidad Barrazza hija de Juan Barraza y Vicenta Porcel. Los Capdevila habían venido de Córdoba traídos por un hermano que trabajaba como mayordomo en una estancia. El primer Capdevila vino a estas tierras, en tiempos de la Colonia con el Dr. O’Gorman cuando se creó el Protomedicato del río de La Plata.
Vicenta Porcel de Barraza

Sería por eso, tal vez que los Capdevila se sentían tan criollos, con un conocimiento cabal del significado del vocablo. Yo solía protestarle a mamá porque lo domingos nos hacia levantar temprano y le decía:

-Lo que yo no entiendo mamá, es por qué los domingos nos tenemos que levantar a las 7 de la mañana si no vamos a la escuela y la misa empieza a las 10.

Y ella contestaba muy feliz:

-¡Ah …porque somos criollos, hija!

Si bien con los años entendí la respuesta, para mi corta edad, la explicación era incomprensible.
Abuela Trinidad y Antonia Capdevila


A mamá muchos le llamaban María Antonia. Solía contar que cuando ella nació la abuela Trinidad le había elegido como primer nombre María y dejo el otro nombre para que lo eligiera el abuelo Sabiniano, Cuando el abuelo la fue a anotar al Registro Civil, se olvidó el nombre y el Antonia lo sacó el almanaque.

Todos creyeron que además de María le había puesto Antonia. De allí nació la confusión.

Por aquel entonces en muchos lugares del campo, no existían escuelas rurales cercanas, donde podían concurrir los niños en edad escolar. Ante esa carencia, las familias contrataban a personas capacitadas para que se instalaran en el campo y les enseñaran a los hijos. Si bien mamá no había llegado a la edad escolar iba a la clase de oyente, con tal entusiasmo, que terminó a fin de año a la par de sus hermanos. Solía contar que en una oportunidad dibujó en el pizarrón la figura del maestro. Parece que muy bien no le había salido porque cuando entraron a clase y el maestro averiguó quien lo había dibujado la puso en penitencia, pero mamá no quedo conforme y decía : “si yo no era su alumna”.
Clementina  Capdevila y Demetrio Stanciuk e hijos










Mamá era una apasionada de la lectura como fuente del conocimiento y toda nuestra familia tenía bien en claro que el trabajo y la escuela eran los únicos caminos para progresar en la vida.




La familia de Marica


Marica, Juana, Cristóbal y Feliciano
Cuando aparecieron los papeles, de María Antonia para sus amigos de infancia, pasó a ser Antonia a secas, pero ya era más conocida por su sobrenombre: Marica. Tenía varios hermanos, Francisco (Pancho); Ubaldo casado con Angela Olmedo; Feliciano con Magdalena Molloy; Luis con Rosa Fittipaldi; Juana Manuela con Agapito Roldán; Cristóbal con Julia Marmissolle y Carmelito que murió atropellado por un auto, cuyo conductor, huyó cobardemente. Iba acompañado por dos amigos, por el Puente Nuevo a saludar a los pasajeros que venían desde Olavarría en un tren e iban en peregrinación a Lujan. Nunca se descubrió al autor, pero a juzgar por los poetas de la época que dejaron su testimonio en distintas poesías que publicaron en medios de prensa locales, el autor era bien conocido de todos por el cargo que desempeñaba.


Carmelo y Miguel Herrera
































“Tiempos de la Quinta Vieja”

Para concluir este primer artículo, agregaremos otros detalles de interés: Una vez casada, la pareja Fittipaldi-Capdevila se fue a vivir a la “Quinta Vieja”, antigua posesión familiar, donde después fue la fábrica de jabón. Vivían de la producción de la tierra y según contaban los mayores vendían en Plaza unas peras deliciosas. Hay miles de anécdotas de esa época que no relato para que no se extienda demasiado. Allí nacieron Cata, Mela, Fito, Chicha y Sabiniano.



Tiempos del matadero municipal

José Fittipaldi, Ricardo Arias; Policía que controlaba los papeles de los animales; Lezcano de la municipalidad; Dr. Pablo Minellono


Cuando se creó el Matadero Municipal, en la sección quintas, calle Juan Mamissolie al fondo (donde ahora es Tapalím) a Papá lo nombraron Encargado. Allí nacimos Chin, Juanita y yo. El Chin que era muy inteligente, como había estado muy grave cuando chico por una operación, era el mimado de la familia, El proyectaba las travesuras y entre los tres las concretábamos. Correteábamos por la quinta, buscando nidos de tero. Corríamos detrás de pájaros, liebres, conejos o cualquier otro animal, subíamos al molino, hacíamos ejercicios en los caños que distribuían el agua. Muchas de estas actividades estaban prohibidas pero encontrábamos los momentos para realizarlas cuando los mayores estaban ocupados. Entre las más prohibidas estaba llevar sardinitas desde el Balneario y soltarlas en el tanque australiano porque tapaban las cañerías. Cuando el Chin pasaba al lado nuestro y sin mirarnos nos decía “el tanque tiene visitas” para allá corríamos con Juanita sin disimular y nos acodábamos en el tanque esperando que aparecieran.

Mamá ni bien nos veía acodadas en el tanque se imaginaba que alguien habría traído pescaditos y allá iba solucionar los problemas

El Chin armaba una trampa de alambre para cazar chimangos ¡perfecta! Le amarraba un trozo de carne y la sujetaba con un alambre al piso y nos ocultábamos hasta que el animal viniera a comer. Cuando el chimango le daba el picotazo a la carne, salíamos nosotros y lo azuzábamos para que volara. Al hacerlo se llevaba la trampa, pero como estaba amarrado y no quería soltar la carne, caía al piso. Ahí procedíamos a registrarlo en un cuaderno: le hacíamos una ficha con el peso, medida y en la pata le poníamos un anillo de cartón con un número correlativo al anterior y luego lo soltábamos. En fin, habíamos inventado un registro de protección de animales, muchos años antes de su tiempo. Eso sí, el cartoncito de la pata no era de buena calidad porque nunca cazamos un chimango fichado. Seguramente se rompía el cartoncito y el chimango lo perdía.

Juanita, Marica, José y Lucho












Reuniones familiares

Marica y su acordeón
Al ser una familia unida y muy numerosa, éramos muchos los que nos reuníamos alrededor del asador para festejar distintos acontecimientos.

Siempre había alguien que llevaba un instrumento musical para alegrar la reunión. Los primeros que recuerdo son los Hijos de Tía Fiden Sierra: Marcelo, Pirucho, Silvano. Primero nos daban una serenata. En ese entonces como se trabajaba todo el día, las visitas se hacían después de cenar. Cuando oíamos las guitarras nos levantábamos y escuchábamos hasta el amanecer, En la foto, es Mamá la que toca el acordeón. Nos solía contar que cuando era jovencita, iba con “los muchachos” como les decía ella a los hermanos, con quienes había formado un pequeño grupo musical de guitarras y acordeón. Los invitaban a animar los bailes que se hacían en el campo. Como dato curioso contaba que cuando era verano, los dueños de casa colocaban en el aljibe distintas frutas que servían heladas al amanecer.




Tiempos de Cambios

Mela en la esc. N°7
Cuando se recibió Mela nuestra vida cambió. Se puede decir que fue el mejor tiempo que pasó la familia completa. A Mela la nombraron en la Escuela N°7, situada, en el paraje llamado “El Chiquito”, ruta 51. En la época en que la nombraron, la escuela estaba ubicada en el interior de las chacras, con caminos de tierra. Sólo se podía llegar en vehículos tracción a sangre en época de lluvia. Nos enseñaba mucho de lo que había aprendido en el Colegio de Monjas. Para nosotros se abría un panorama nuevo, pasamos de disfrutar de la naturaleza a pleno, a hacer una vida más integrada a la familia, a los libros, al estudio. Mientras José (papá) sacaba la lotería y empezaba a construir (y renegar) con la casa de Udaondo, nosotros íbamos a la escuela N°1 y ya terminábamos la primaria.

José Artista murió a los 56 años, joven aún. Después de haber sido operado de urgencia. Nos pidieron la casa del Matadero y tuvimos que salir de un lugar que para mí, aún hoy, sigue siendo paradisíaco. La familia se mudó a la casa de la calle Udaondo y meses después, yo me vine a estudiar a la ciudad de La Plata, pero esa ya es otra historia.

Para cerrar este primer capitulo publico esta, que es mi foto preferida. Estoy en la quinta de verduras del matadero con Juanita y la Coqui, una cordera que me entregaron como primer premio en el catecismo porque no había faltado a ninguna clase y era la más estudiosa.


Con Juanita y Coqui, la cordera que me entregaron como premio en el catecismo