Esta ciudad no es Hollywood,
con sus verdes colinas cinematográficas.
Esta ciudad tampoco es Roma,
donde el tiempo discurre entre fuentes y cariátides.
Esta ciudad no es la nueva Belén:
la Segunda Venida no tendrá lugar en ella.
Esta ciudad no es el centro del mundo, no,
pero es la ciudad que me cobija.
Aquí vivió una vez el poeta Almafuerte.
Aquí, a menudo, escucho su voz insoslayable,
su voz que llega en el viento de remotos días
y es como una feroz, implacable conciencia
que no admite disculpas, una ética excluyente,
por lo que yo le digo: “Maestro,
bienvenido sea su canto aunque nos duela.
Usted fue el primero en recoger la leña y encenderla;
ahora nosotros debemos preservar el fuego”.
La Plata, 12 de julio de 2001.
César Cantoni
Fuente: La salud de los condenados, César Cantoni, Hespérides, La Plata, 2004.