El domingo 10 de enero nos
reunimos en Tapalqué los
descendientes de José A. Fittipaldi – Antonia Capdevila (o dicho mas
informalmente, los Fitti-Cap) para festejar la visita que todos los años nos
hace Nano -esta vez con su hija Nanna- venido de la lejana Dinamarca donde
reside.
Nos
reunimos en el Balneario Municipal que lucía espléndido.
Como dejó de llover a media mañana, el clima se mostró benigno para todos. El
lugar, la suave brisa que corría entre los árboles; los asados que
esperaban la
degustación del conjunto; las ensaladas preparadas por la gente joven, y
la alegria que nos embargaba, ofrecían el marco ideal para la ocasión.




Había varios motivos
para festejar: la asunción de Manuel
como concejal del HCD; el premio Caduceo
2015 a la trayectoria periodística; la visita de León y la presencia de Rebeca
-nuevo retoño del frondoso árbol- que
llegó para integrar la galería de tataranietos del viejo tronco familiar, tercera en esta camada
(los anteriores, Joaquín y Simón).
La emoción del reencuentro hizo olvidar
todos los brindis.
Un recuerdo especial para la familia que ya no está. ¡Qué
felices estarían con el reencuentro familiar!
¡Cómo hubieran disfrutado! Me los imagino: Cata presentándose con una fuente repleta de
pasteles –¡exquisitos!- amasados entre uno y otro nacimiento; Mela, acarreándonos mate y ocupándose,
silenciosamente, de los conflictos infantiles para que todos se integraran y
compartieran; Chicha atendiendo los
detalles previos para que todo fuese un éxito; Juanita designada por
consenso de la familia para las relaciones sociales,
rodeada de grandes y pequeños, mientras dejaba oír su risa contagiosa; Fito y Yaite ocupándose de la leña y el fuego, recordando viejas anécdotas humorísticas y tratando de
coincidir con el Chin para determinar cuando
estaba a punto el asado; o al Chin dando cátedra
sobre Alem, Irigoyen o la Revolución del Parque, cuando en algún grupo empezara
a hablarse de política.


Dios ha dispuesto que, solo yo, esté presente, en la
actualidad, para alentar a las nuevas generaciones y motivarlos para que sigan reuniéndose y disfrutando
de la vida familiar. Y al ver sus rostros felices festejando el reencuentro,
uno se ilusiona al pensar que los integrantes de ese clan familiar que ya no
están, reverdecen en estos jóvenes
entusiastas que honran y dignifican a los que se fueron.
Al
atardecer emprendimos el regreso. El tiempo siempre tirano
imponía nuevas obligaciones para el día siguiente. Pero retornaremos a
ese lugar que nos pertenece, “por prepotencia de los sentimientos",
(parodiando a Roberto Arlt) porque allí, en el Balneario de Tapalqué,
hemos pasado momentos inolvidables que recordaremos por el resto de
nuestras vidas.

Quedan muchas fotos que, seguramente, publicaremos más adelante. Ellas revelan el clima que reinó en el reencuentro .Si Dios así lo permite, nos volveremos a reunir el año que viene en esta ceremonia de celebración de la vida y de la familia.
GSF
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