Llegar a Madrid fue como ingresar a una ciudad ficcional.
Parecía estar en un cuento de Cortázar, no era París, era la gran ciudad de la
Puerta del Sol, del Palacio Real, del Museo del Prado.
Nuestros ojos no
dejaban de mirar hacia uno y otro lado, desorbitados por tanta belleza
arquitectónica. Seguíamos disfrutando de un lugar maravilloso. Cada callecita
sumaba a mi cerebro imágenes que no se van a borrar tan fácil de mi memoria.
Cada caminata que llevamos a cabo estaba impregnada por toda esa cultura
española que habíamos estudiado en la escuela secundaria.
Ethel ante la RAE |
El Prado nos esperaba con la exposición del Bosco, en el V centenario de su muerte (1450-1516). Gracias a esta visita pudimos disfrutar de su obra y sumergirnos en su inmensa capacidad de invención. Qué lujo nos dimos de poder recorrerla!
El mercado de San Miguel
Un párrafo aparte se merece el Mercado de San Miguel, porque
si existe, es porque a Madrid se la considera la capital de la gastronomía, con
cada especialidad de las más variadas regiones. Cada puesto nos invitaba a
degustar los más increíbles platos: aceitunas, anchoas, sardinas, jamón crudo,
pimientos de padrón, langostinos, ostras con champagne adornaban cada vidriera
de comidas. La gente del lugar, sumado a los turistas todos, todos
disfrutábamos de ese mercado colorido lleno de aromas y sabores. Una vez más, al
recordarlo, se me hace agua la boca.
La Plaza del Sol, otro lugar de encuentro para los turistas,
rodeados de los hitos más importantes de España, pisar el Km. Cero,
compartir una foto con la famosa estatua de
El Oso y El Madroño que reúne a los
campeones, confundirnos entre todas las
razas que se pueden imaginar en lugares transitados por miles y miles de
personas de tantas nacionalidades que parecen que uno fuera de otra galaxia.
Oriente y Occidente presentes allí. Norte y Sur, presentes allí. Lo más exótico, allí estaba, lo más
excéntrico, allí estaba.
La Plaza Mayor, una verdadera postal, que da cita a curiosos, como nosotros, deseosos de ver más todavía. Escenario de múltiples actividades, apareció en nuestra caminata diaria, para mostrarnos más la historia de la ciudad y del país. Cercada por edificios de no más de tres pisos de alto, con arcos que conectan con las arterias aledañas, y con restaurantes que nos esperaban para degustar como otro mercado a cielo abierto, de un exquisito plato de paellas.
Nuestro viaje también nos permitió recorrer sinuosas callecitas que nos llevaban a descubrir
edificios emblemáticos como la Catedral de Almudena, la Plaza de la Villa, al
Palacio Real, a la Puerta de
Alcalá, la Casa de las Américas, la
plaza Cibeles, La Gran Vía, etc etc etc.
Sé que hay mucho más por conocer, pero el tiempo no alcanzó.
Será para el próximo viaje.
Ethel
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