lunes, 27 de agosto de 2012

Las sequías e inundaciones en el centro de la Pcia de Buenos Aires




 Aquella noche el agua, que caía intensamente,  no me dejaba dormir. Me levanté y me fui a preparar un mate a la cocina para no despertar a Mamá que dormía plácidamente.
Corría el año 1980. Todo era silencio, sólo el ruido del agua que cubría la calle al golpear contra el cordón y el sonido pue producía la lluvia al caer sobre las chapas del techo.
Lentamente pasaban las horas, mientras el mate se iba lavando por tantas cebaduras. De pronto una luz potente y el ruido de un motor irrumpió en la noche. Rápidamente me puse un abrigo, me tapé la cabeza y salí a desafiar la tempestad. Por la calle Máximo Gómez, casi esquina Udaondo, avanzaba una máquina municipal, a paso de hombre, para no agitar el agua que ya cubría calles y veredas.
- ¿Cómo está el arroyo, muchachos? - le pregunté a los empleados municipales.
- ¡Viene con mucha fuerza y trae mucha agua! ! Ya estamos sacando gente.

Había ido a Tapalqué para quedarme con Mamá porque Chicha -mi hermana- había viajado a visitar a sus hijas. Por esas casualidades o causalidades, el destino me colocaba en medio de una inundación sin ninguna experiencia y solo con los conocimientos teóricos que había adquirido en la carrera de "Educación para la Salud"  que había cursado en el Instituto de Formación Docente en Educación Sanitaria, en la ciudad de La Plata.

Ya para las siete de la mañana, el agua estaba a las puertas de la casa y me convencieron que tenía que salir porque, como estaba a cargo de dos personas mayores: -Mamá (82) y Tía Juana (85)- si alguna de ellas tenía algún problema de salud por la noche, ningún médico iba a llegar hasta allí, para atenderlas. 
Poco a poco empezamos a preparar los bolsos con lo más imprescindible, mientras rumiaba ("considerar despacio y pensar con reflexión y madurez algo- RAE") el desagrado por esta inundación que se presentaba con toda su fuerza. Muchas veces en la mesa de debate familiar, habíamos hablado de Ameghino y su proyecto integral que contemplaba  las sequías e inundaciones y como las autoridades que se sucedían periódicamente, levantaban terraplenes, habrían canales, canaletas, zanjas y zanjitas para que el agua se fuera para otro lado y que servían, solamente, mientras el agua no superara ese nivel. Resonaban en mis oidos las palabras del sabio: "si ellos no son el complemento de obras más eficaces y de mayor consideración, reportarán probablemente más perjuicios que beneficios". 

Para "saber de que se trata" o de que "estoy hablando", se transcriben los primeros párrafos de la memoria del naturalista FlorentinoAmeghino (1854 - 1911), escritas en 1884. Vale la pena leerlos porque a pesar del tiempo transcurrido, muchas de sus propuestas, aún tienen vigencia.       

 * En las primeras páginas de esta Memoria, al exponer los resultados de mi excursión a las lagunas de Lobos y de Monte, dije que ellos fueron relativamente escasos a causa de la gran cantidad de agua que llenaba las lagunas, y eso a pesar de haber efectuado mi viaje cuando la estación del calor estaba muy avanzada. Hasta los mismos campos elevados pero de poco declive, estaban todavía en parte inundados y ya puede juzgarse por esto cómo estarían durante el invierno excepcionalmente lluvioso del año pasado. Natural es, pues, que la cuestión de las inundaciones y de los proyectados trabajos de nivelación y desagüe estuvieran a la orden del día y se deseara conocer mi opinión al respecto. Eso me indujo a hacer algunas observaciones sobre las causas de las inundaciones y los medios de evitarlas, y encontré que esta cuestión estaba íntimamente ligada con la de las sequías que de tiempo en tiempo hacen sentir sus desastrosos efectos sobre distintas regiones de la Provincia. Aún más: adquirí la convicción de que todo esfuerzo y todo trabajo que tendieran a evitar uno de esos males, sin tomar en cuenta el otro, ocasionaría, probablemente, más perjuicios que beneficios.
  
La cuestión de las obras de canalización y desagüe en la provincia de Buenos Aires continúa, sin embargo, a la orden del día. Los trabajos de nivelación se prosiguen con actividad y todos esperan con impaciencia el día en que el pico del trabajador empiece la excavación de los canales de desagüe, destinados a preservar de las inundaciones a vastas zonas de la Provincia hoy expuestas a desbordes periódicos de las aguas, que destruyen su riqueza y entorpecen el desenvolvimiento de la ganadería.

 Todos abrigan la esperanza de que dichos trabajos librarán a la Provincia de las inundaciones, abriendo así para el porvenir una nueva era de prosperidad y riqueza sin precedente entre nosotros. Por todas partes no se oye hablar sino de proyectos de canales que den salida a las aguas que en las épocas de grandes lluvias cubren los terrenos bajos o de poco declive. El objetivo de todos esos proyectos parece ser buscar los medios de llevar al océano lo más rápidamente posible las aguas pluviales, con lo que se cree evitar en lo sucesivo el desborde de los ríos y la inundación consiguiente de los terrenos adyacentes.

 Aunque el entusiasmo es contagioso, no se me ha comunicado; he permanecido frío y pensativo, reflexionando sobre las ventajas y desventajas que reportarían los canales de desagüe y me he confirmado más en mi opinión de que si ellos no son el complemento de obras más eficaces y de mayor consideración, reportarán probablemente más perjuicios que beneficios." 


 En esta inundación de 2012, por razones obvias, no he estado presente. Con el derecho que me da el haber presenciado y participado en la inundación de 1980, doy a luz estos apuntes -algunas trozos escritos en aquellos años- que servirán para recrear, al mismo tiempo, partes del proyecto de Florentino Ameghino y para que los lectores reflexionen sobre las modificaciones a incorporar, acorde a los adelantos de la ciencia y de la técnica.
Después de la inundación del 80, ya como periodista, hice un seguimiento de las obras que se iban haciendo para que la región no se  volviese a inundar, especialmente las que realizaba la ciudad de Olavarría,  porque modificaban el cauce del arroyo y nos mandaban el agua a una velocidad catastrófica. Muchas veces, reclamamos en el semanario por proyectos integrales, pero los gobernantes de ese momento, nos acusaban -como hacen ahora- de poner palos en la rueda, sin comprender que todo reclamo merece ser atendido y explicado, porque en cada inundación, los pobladores de Tapalqué se juegan la vida.
GSF

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