Retomo la idea expresada por Jean-François Lyotard en su libro La condición postmoderna,
  para referir una condición que, si bien no es nueva, pues la 
corrupción  de las conciencias y voluntades es tan antigua como la 
humanidad, sí al  menos resulta especialmente preocupante en estos 
momentos. Y es que  hasta hace bien poco por corrupta se tenía una 
conducta reprobable,  criticable e incluso punible. La persona corrupta,
 o corruptora, no  tenía un lugar en el cuerpo social, y, en ocasiones, 
se la consideraba  una excrecencia evitable, repugnante. Alphonse 
Gabriel Capone, más  conocido como Al, fue un ciudadano de los Estados 
Unidos de América que  destacó como corruptor de personas de procedencia
 diversa, desde jueces a  policías, sin olvidar a periodistas y editores
 de especial relevancia  en aquel momento. Con todo, ni unos ni otros 
eran personas que la  sociedad reconociese como ejemplos a seguir, si 
bien jamás han de faltar  personas dispuestas a aprovechar una 
oportunidad, o a rumiar en  silencio emulaciones notables de 
trayectorias deleznables. Georg Grosz  retrató ese mundo con especial 
lucidez y virulencia artística.
Sin embargo, esa visión negativa de la 
corrupción ha ido variando a lo  largo del último siglo, al punto de que
 iniciado el XXI la corrupción ya  se acepta como una conducta posible, 
inevitable, y, por tanto, normal,  necesaria, y crecientemente positiva.
 En la lógica de la valorización  del término opera un argumento para no
 pocos incontestable: "si no coges  la pasta, otro lo hará, así que 
espabila que sólo se vive una vez." La  muerte de Dios, berreada por 
Nietzsche y su cohorte actual de acólitos  nihilistas descreídos de todo
 menos del parné, puede tener algo que ver  en todo esto, porque el 
paraíso hay que montarlo en esta vida, y no en  otra que ya se considera
 improbable; pero también la relativización de  los valores tan aclamada
 por la condición postmoderna, nacida al amparo  del deicidio del 
alemán.
De esa situación de aceptación de la corrupción 
como conducta  inevitable, dan buena cuenta los sucesivos ejemplos de la
 ciudadanía  votando. ¿Cómo es posible que en tantos lugares de Europa 
los políticos  corruptos aumenten su popularidad y el número de votos 
siempre en  función del número de corruptelas en las que se ven 
envueltos?  Sencillamente porque sus votantes se identifican con esa 
conducta, la  aplauden y, en el fondo, desearían ser partícipes de tanta
 dicha. Una  parte importante de los votantes de Silvio Berlusconi lo 
son porque les  encantaría ser, como él, ricos, poderosos, con buenas 
fincas, muchas  "velinas" y mucho "bunga bunga". Albert Camus, en su 
texto magnífico Calígula,  ya mostraba con crudeza enorme las 
miserias de la condición humana y su  disponibilidad para colaborar con 
la barbarie y la ignominia.
La condición postcorrupta es una deriva radical e
 inevitable de la  condición postmoderna, en tanto ésta pone en tela de 
juicio y se afana  en derruir de forma sistemática muchos de los valores
 en la modernidad,  entre ellos la lectura dialéctica de la realidad, 
proclamando el fin de  las ideologías. En esa dirección, una de las 
consecuencias evidentes de  las sucesivas fiebres colectivas (y utilizo 
la palabra fiebre en su  sentido de calentura y amodorramiento) que ha 
provocado la  postmodernidad, ha sido la pérdida de un conjunto de 
discursos y  conceptos nucleares de una idea de lo social y de la 
república que  derivaban de los primeros pronunciamientos de la 
modernidad,  especialmente con la Revolución Francesa, que proclama el 
ideal de la  libertad, de la igualdad y de la fraternidad.
 Por todas partes se oyen voces, se contemplan presentaciones, se  
enuncian discursos y se elaboran proclamas, que buscan cuestionar,  
relativizar o derruir las ideas de libertad y de igualdad, y al mismo  
tiempo se propone la conducta corrupta como algo habitual, como algo  
consubstancial a la condición humana y con lo que hay que vivir...
(Continúa)  
Párrafos de un artículo publicado por ARCE (Asociación de revistas 
culturales de España). El artículo completo en 
http://www.revistasculturales.com/articulos/47/ade-teatro/1631/2/de-la-condicion-postcorrupta.html
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