lunes, 28 de septiembre de 2009

MIS NIETAS LA LLAMABAN “COSI”

Y ella se acercaba a darles besitos de perro, con el hocico negro y helado.

Revivía cada vez que Sofía y Agustina venían a mi casa, pero ponía las orejas tirantes y hacia atrás cuando venían Micaela y Agustín, como recordando las innumerables veces que en sus correrías, gritos y peleas infantiles, la ponían tan nerviosa.

Entonces, con una mirada expresiva, casi humana, me daba a entender, que ella no los soportaba y enfilaba hacia el monte, hasta que bien entrada la tarde, cuando volvía el silencio, regresaba, arrastrando su patita trasera y haciendo un ruidito particular con sus uñas al rozar el patio de cemento.

-“abue, Cosi es del color del pastito seco”-

-“es rubia como mi”-

-“¡Cosi me tocó!”-

-“no quiero más, ésto se lo dejo a Rosita”-

-“¡Rosita habló”!- dijo: hummm!-

Ella formó parte de nuestra historia familiar.

Estaba en todos los lugares en donde no debía estar.

_”¡Seño!, su perrita entró a la escuela!”-, decían mis alumnos, cuando ella no aceptaba tener que esperar ocho horas para volverme a ver.

Rosita ojitos de carbón.

Rosita gruñona.

Rosita enamorada como una diva…

Peligrosa, audaz, callejera, amiga mía que estuvo a mi lado 17 largos años.

Ayer leí que los perros son ángeles de cuatro patas que vienen al mundo para enseñarnos lo que es el amor.

Entonces debe ser verdad, porque a veces, cuando anochece, creo ver su sombra protectora al lado de la puerta, para decirme que nunca estaré sola, que todavía , pese a todo, me acompaña.

BEBA LAPASTA

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