La mujer se encontraba en el balneario, cómodamente sentada. La gente que la rodeaba, iba y venía aprovechando, a pleno, la tarde estival. En eso se acercó una conocida y le pregunto:
–¿Viniste a la celebración?
-Sí, a la de mi familia...
-¿Y no fuiste a la fiesta?
-¿Qué fiesta?
-¿No sabías? ¡Somos la CAPITAL NACIONAL DE LA TORTA NEGRA!
¿Qué?????????
Mientras la conocida se alejaba molesta por su exclamación, la mujer se sumergió en sus pensamientos…
Recordó cuando, junto a sus hermanas, seguía la campaña de fútbol de su club, en un campeonato zonal. Viajaban en un tren que pasaba a las 11 de la mañana. Arribaban al pueblo vecino, alrededor de las 12. Después de almorzar unos ricos tallarines en la casa de una tía, se dirigían a la cancha. Allí trataban de agruparse, los que seguían la misma divisa ¡por las dudas!
Cuando el partido iba empatado 0 a 0 todo eran sonrisas, camaradería y/o ceremoniosos saludos, pero bastaba que el club visitante hiciera un gol, para que empezaran los insultos
- ¡Negros alimentados a tortas negras! ###&&&////####$$$$$$!!!!!!!#####--/// ###&&&////####$$$$$$!!!!!!!#####
Si el partido terminaba con el triunfo del visitante, había que retirarse en silencio, aunque el corazón saltara de alegría. Marchaban apresurados y silenciosos, seguidos por un grupo de hinchas del cuadro local que les recordaba nuevamente las tortas negras, a sus madres, hermanas y a toda su familia.
Cuando subían al tren respiraban aliviados, pero sabían que cuando regresaran a ese pueblo les volvería a pasar lo mismo. La gente de la época llegó a desarrollar un rechazo tan intenso por las tortas negras que las mismas, se endurecían en las vidrieras de las panaderías
La mujer regresó a la actualidad. Se le ocurrió pensar que extraño designio hacía, que descendientes de aquellos gloriosos muchachos tan maltratados e insultados, que defendían con tanta pasión la camiseta auriazul, eligieran para simbolizar al lugar, un nombre que traía recuerdos tan ingratos.
-Seguramente -pensó- los hijos les salieron partidarios del club rival.
Nuevamente retornó al pasado.
Se corría una carrera cuadrera en la que se enfrentaban caballos de ambos pueblos. El tren viajaba repleto, con los aficionados al deporte de los reyes. Todo era algarabía, comentarios y buen humor. La gente se palmeaba, se saludaba con grandes abrazos, recordaban carreras pasadas, mientras deambulaban por los vagones. Así en ese clima alegre y familiar viajaban, en algunos casos, con la fusta en la mano, aunque no se veía cerca ningún caballo.
Al llegar al pueblo vecino, los esperaba una desagradable sorpresa. Como una forma de manifestar la rivalidad existente, les habían colgado en el andén, un montón de tortas negras, suspendidas de unos hilos.
El enojo se apoderó de la concurrencia y empezaron los comentarios y los gritos. Ante tamaña indignación, un caudillo peronista que iba en el grupo y que siempre andaba armado, sacó el revólver de la cintura y pulverizó las tortas negras que estaban colgadas. Luego los aplausos, los vivas y los festejos, el recuerdo a través del tiempo y las tortas negras olvidadas y endureciéndose en los escaparates de las panaderías.
Y a la mujer se le dio por pensar: ¡Que extraño conjuro hechiza a este pueblo para que dirigentes del mismo partido que aquel caudillo, elijan a las tortas negras como símbolo...
-Seguramente estoy equivocada -se dijo- deben ser de otro partido.
Se solía decir que en un principio las tortas negras identificaban al pueblo vecino, pero que ellos, aplicando la astucia del zorro, devolvieron el epíteto. Hasta adoptarlas como símbolo, en forma oficial, debió correr mucha agua bajo los puentes, acompañada de una supina ignorancia* y desprecio por la gente de otros tiempos que debió soportar agravios y humillaciones. Una memoria frágil que los lleva a creer que la historia comienza con ellos. Con esta proclamación se había consumado la maniobra.
Y la mujer pensó: -Si tanto desprecian a la gente de antes, ¿por qué no fundan otro pueblo y lo hacen a su manera? Porque por más que lo intenten borrar, no le alcanzará la pintura para tapar los nombres de los que fueron. Siempre retornarán del pasado: los pueblos originarios, los milicos que les pasaron por arriba y los dominaron con el alcohol, los que construyeron el Balneario, otros que lo engrandecieron, los que crearon la usina eléctica y los que la persiguieron, los que crearon las escuelas y las hicieron progresar, los que fundaron y desarrollaron el museo, los que fundaron y colocaron a la Biblioteca entre las mejores. Y también permanecerán en la memoria los que gobernaron para un grupo y trataron de dividir a sus habitantes.
La mujer tomó lápiz y papel y se dedicó a averiguar los símbolos que elegían otras ciudades para que los identificaran. El primero que recordó fue el de Ciudad Cervantina. Seguramente aspiraban a elevar la cultura de la ciudad, estimular la lectura del Quijote, fomentar las expresiones artísticas, atraer el turismo de España y de otras ciudades cervantinas que se encuentran dispersas por el mundo. Siguió con la fiesta del mensual de campo. En este caso, se intuía, aspiraban a reunir, en un acto de confraternidad, a los trabajadores rurales, para fomentar al mismo tiempo las actividades artísticas y culturales a las que es tan afecta la gente de campo: cantores populares, payadores, artistas plásticos, artesanos, etc. etc.
Y siguió anotando otras fiestas: de la corvina negra, del trigo, del girasol, del ternero, de la vaca con cría, del chorizo casero, de la cebada cervecera, del ave de raza, de la miel, del salame quintero, del durazno, del potrillo, de la corvina rubia, del gaucho, del pastel, del maíz, del dulce de leche, del caballo, del camarón y del langostino, de la flor, del mar, entre muchas otras que le fueron sugiriendo.
Analizó la lista. Observó que, en general, los pueblos elegían un símbolo del que se sentían orgullosos y que los unía a todos. Las fiestas estaban enraizadas con el pasado del lugar y afianzándose en el presente, se proyectaban al porvenir. Notó que algunas se podían relacionar con el arte y la poesía, y todas con el interés de fomentar la actividad turística para contribuir al desarrollo del lugar.
Y se puso a pensar, cuanta gente podría venir del país y del mundo, atraídos por las tortas negras…
Y siguió pensando, mientras un gesto de perplejidad asomaba a su rostro… **
GSF
* supina ignorancia: que procede de negligencia en aprender o inquirir lo que puede y debe saberse. (RAE dic. Real Academia Española)
**“Quien no quiere pensar es un fanático, quien no se atreve a pensar es un cobarde”
(autor anónimo)
–¿Viniste a la celebración?
-Sí, a la de mi familia...
-¿Y no fuiste a la fiesta?
-¿Qué fiesta?
-¿No sabías? ¡Somos la CAPITAL NACIONAL DE LA TORTA NEGRA!
¿Qué?????????
Mientras la conocida se alejaba molesta por su exclamación, la mujer se sumergió en sus pensamientos…
Recordó cuando, junto a sus hermanas, seguía la campaña de fútbol de su club, en un campeonato zonal. Viajaban en un tren que pasaba a las 11 de la mañana. Arribaban al pueblo vecino, alrededor de las 12. Después de almorzar unos ricos tallarines en la casa de una tía, se dirigían a la cancha. Allí trataban de agruparse, los que seguían la misma divisa ¡por las dudas!
Cuando el partido iba empatado 0 a 0 todo eran sonrisas, camaradería y/o ceremoniosos saludos, pero bastaba que el club visitante hiciera un gol, para que empezaran los insultos
- ¡Negros alimentados a tortas negras! ###&&&////####$$$$$$!!!!!!!#####--/// ###&&&////####$$$$$$!!!!!!!#####
Si el partido terminaba con el triunfo del visitante, había que retirarse en silencio, aunque el corazón saltara de alegría. Marchaban apresurados y silenciosos, seguidos por un grupo de hinchas del cuadro local que les recordaba nuevamente las tortas negras, a sus madres, hermanas y a toda su familia.
Cuando subían al tren respiraban aliviados, pero sabían que cuando regresaran a ese pueblo les volvería a pasar lo mismo. La gente de la época llegó a desarrollar un rechazo tan intenso por las tortas negras que las mismas, se endurecían en las vidrieras de las panaderías
La mujer regresó a la actualidad. Se le ocurrió pensar que extraño designio hacía, que descendientes de aquellos gloriosos muchachos tan maltratados e insultados, que defendían con tanta pasión la camiseta auriazul, eligieran para simbolizar al lugar, un nombre que traía recuerdos tan ingratos.
-Seguramente -pensó- los hijos les salieron partidarios del club rival.
Nuevamente retornó al pasado.
Se corría una carrera cuadrera en la que se enfrentaban caballos de ambos pueblos. El tren viajaba repleto, con los aficionados al deporte de los reyes. Todo era algarabía, comentarios y buen humor. La gente se palmeaba, se saludaba con grandes abrazos, recordaban carreras pasadas, mientras deambulaban por los vagones. Así en ese clima alegre y familiar viajaban, en algunos casos, con la fusta en la mano, aunque no se veía cerca ningún caballo.
Al llegar al pueblo vecino, los esperaba una desagradable sorpresa. Como una forma de manifestar la rivalidad existente, les habían colgado en el andén, un montón de tortas negras, suspendidas de unos hilos.
El enojo se apoderó de la concurrencia y empezaron los comentarios y los gritos. Ante tamaña indignación, un caudillo peronista que iba en el grupo y que siempre andaba armado, sacó el revólver de la cintura y pulverizó las tortas negras que estaban colgadas. Luego los aplausos, los vivas y los festejos, el recuerdo a través del tiempo y las tortas negras olvidadas y endureciéndose en los escaparates de las panaderías.
Y a la mujer se le dio por pensar: ¡Que extraño conjuro hechiza a este pueblo para que dirigentes del mismo partido que aquel caudillo, elijan a las tortas negras como símbolo...
-Seguramente estoy equivocada -se dijo- deben ser de otro partido.
Se solía decir que en un principio las tortas negras identificaban al pueblo vecino, pero que ellos, aplicando la astucia del zorro, devolvieron el epíteto. Hasta adoptarlas como símbolo, en forma oficial, debió correr mucha agua bajo los puentes, acompañada de una supina ignorancia* y desprecio por la gente de otros tiempos que debió soportar agravios y humillaciones. Una memoria frágil que los lleva a creer que la historia comienza con ellos. Con esta proclamación se había consumado la maniobra.
Y la mujer pensó: -Si tanto desprecian a la gente de antes, ¿por qué no fundan otro pueblo y lo hacen a su manera? Porque por más que lo intenten borrar, no le alcanzará la pintura para tapar los nombres de los que fueron. Siempre retornarán del pasado: los pueblos originarios, los milicos que les pasaron por arriba y los dominaron con el alcohol, los que construyeron el Balneario, otros que lo engrandecieron, los que crearon la usina eléctica y los que la persiguieron, los que crearon las escuelas y las hicieron progresar, los que fundaron y desarrollaron el museo, los que fundaron y colocaron a la Biblioteca entre las mejores. Y también permanecerán en la memoria los que gobernaron para un grupo y trataron de dividir a sus habitantes.
La mujer tomó lápiz y papel y se dedicó a averiguar los símbolos que elegían otras ciudades para que los identificaran. El primero que recordó fue el de Ciudad Cervantina. Seguramente aspiraban a elevar la cultura de la ciudad, estimular la lectura del Quijote, fomentar las expresiones artísticas, atraer el turismo de España y de otras ciudades cervantinas que se encuentran dispersas por el mundo. Siguió con la fiesta del mensual de campo. En este caso, se intuía, aspiraban a reunir, en un acto de confraternidad, a los trabajadores rurales, para fomentar al mismo tiempo las actividades artísticas y culturales a las que es tan afecta la gente de campo: cantores populares, payadores, artistas plásticos, artesanos, etc. etc.
Y siguió anotando otras fiestas: de la corvina negra, del trigo, del girasol, del ternero, de la vaca con cría, del chorizo casero, de la cebada cervecera, del ave de raza, de la miel, del salame quintero, del durazno, del potrillo, de la corvina rubia, del gaucho, del pastel, del maíz, del dulce de leche, del caballo, del camarón y del langostino, de la flor, del mar, entre muchas otras que le fueron sugiriendo.
Analizó la lista. Observó que, en general, los pueblos elegían un símbolo del que se sentían orgullosos y que los unía a todos. Las fiestas estaban enraizadas con el pasado del lugar y afianzándose en el presente, se proyectaban al porvenir. Notó que algunas se podían relacionar con el arte y la poesía, y todas con el interés de fomentar la actividad turística para contribuir al desarrollo del lugar.
Y se puso a pensar, cuanta gente podría venir del país y del mundo, atraídos por las tortas negras…
Y siguió pensando, mientras un gesto de perplejidad asomaba a su rostro… **
GSF
* supina ignorancia: que procede de negligencia en aprender o inquirir lo que puede y debe saberse. (RAE dic. Real Academia Española)
**“Quien no quiere pensar es un fanático, quien no se atreve a pensar es un cobarde”
(autor anónimo)
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