7ª entrega (1ª parte)      La  excursión a Chichén- Itzá pudimos realizarla sin inconvenientes a pesar  del intenso calor (38º). Más que nunca está en boca de todo el mundo  por su elección como una de las nuevas 7 Maravillas del Mundo.
    Definir  un país como México es casi imposible. Crisol de mil culturas, mil  historias, mil religiones, mil leyendas… Aztecas, mayas, revolucionarios  zapatistas, guerrilleros de Chiapas, colonos españoles, indígenas,  mestizos, selva, desierto, pirámides, huracanes, ciudades, volcanes.  Mezcla de culturas y subculturas que hace que uno tenga la sensación  que,  según el 
prisma con que se mire,  está en un lugar del mundo u en otro.
  Pero  si hay algo que realmente vale la pena conocer, es la cultura Maya. Su  misterio, su aventura, su historia… en uno de los escenarios más  extraordinarios del planeta: la península de Yucatán. En este lugar no  hay montañas, ni ríos, ni lagos, por lo que el único medio de obtener  agua era a través de los cenotes o pozos de agua subterráneos.
  Ya  en el viaje propiamente dicho (y comentando que el destino al cual nos  dirigíamos quedaba a unos 215 km de Playa del Carmen) despertaron mi  interés unos árboles al costado de la ruta de intensos colores, unos con  hojas rojas, otros anaranjadas. Le pregunté al guía cómo se llamaban y  me dijo “Flamboyan”. No sé si acá existen, o  con otro nombre (la flora no es mi fuerte) pero yo los vi por primera vez. El guía nos dijo  que  íbamos a hacer una parada en una cooperativa indígena antes de llegar a  Chichén- Itzá. Allí nos iban a ofrecer una bebida fresca y podíamos  comprar recuerdos. En ese lugar venden de todo 
y esto sirve para ayudar a  las familias mayas, las pocas que quedan, que no reciben ninguna ayuda  del gobierno. Todas los objetos o artículos que allí ofrecen (es muy  grande y extenso este lugar y no nos alcanza el tiempo para observar y  admirar) están hechos por ellos mismos. Hace ya un tiempo los operadores  de turismo decidieron hacer allí una parada con el propósito  que la gente que transportan puedan adquirir recuerdos y de esta forma además ayudar a los indígenas.
  Infinidad  de objetos de cerámica, alfarería, ropa típica con bordados de colores,  pirograbados en piel o papel, vasijas, mantas, piezas de plata  mexicana, calendarios. Al ingresar nos ofrecen grabar 
   los nombres o fechas especiales para nosotros  con los símbolos 
mayas. Todo muy lindo pero muy caro… 39 dólares cada letra o número!
  Hacen los grabados en dijes con fondos de distintos colores. 
  El  lugar está subdividido en 3 o 4 salones. Cada uno de ellos con vitrinas  en el centro donde por lo general están las piezas de plata, de jade o  de obsidiana (piedras semipreciosas). 
  Cada  pared que sirve de división en este inmenso lugar está cubierta en su  totalidad por los manteles, tapetes, mantas, cuadros, y lo que se pueda  uno imaginar.
  Silenciosos,  los mayas (varones y mujeres) se ofrecen a ayudarnos. No se escuchan  ruidos o sonidos de ninguna clase. Parece que estamos en otro mundo…
  Los  pirograbados son bellísimos. Varias familias se dedican a fabricarlos, y  producen los bajos y altos relieves que aún podemos admirar en los  Templos Mayas.
  No  pueden faltar los calendarios tanto mayas como aztecas. Realizados en  piel, papel
, tejidos, en madera, en piedra labrada, etc.
   
   
  
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
  Continuamos con nuestro viaje en una cómoda van, con aire acondicionado y bebidas frescas.
  Pasamos por algunos pueblos donde viven descendientes de mayas. 
  Casas  humildes, precarias, varias sin ventanas (sí el hueco en la pared),  todas con techos de paja o junco, en la mayoría paredes de adobe.  Escuelas donde concurren los niños; sitios donde venden prendas textiles  en la calle; carteles indicando “tortillerías” (las tortillas con las  que se hacen los famosos tacos), etc.
  Falta  lluvia, se nota. Todo está como detenido en el tiempo. Tierra seca,  mucho calor y como contraste de este paisaje, árboles, algunos muy  frondosos, otros perdiendo lo que tenían de follaje...
  Cada vez estamos más cerca de nuestro objetivo, las ruinas de Chichén- Itzá.
  Nuestro  guía, nos dice una frase que se grabó en nuestra memoria: “En México no  se duerme, se medita”. Hacía mención de ella al comprobar que algunos  compañeros de excursión tenían sus ojos cerrados, tal vez estaban medio  dormidos, o por qué no, meditando o mirándose para adentro.
  Hasta la próxima.