martes, 9 de agosto de 2011

Viajar es Vivir - Chichén- Itzá


7ª entrega (1ª parte)

La excursión a Chichén- Itzá pudimos realizarla sin inconvenientes a pesar del intenso calor (38º). Más que nunca está en boca de todo el mundo por su elección como una de las nuevas 7 Maravillas del Mundo.

Definir un país como México es casi imposible. Crisol de mil culturas, mil historias, mil religiones, mil leyendas… Aztecas, mayas, revolucionarios zapatistas, guerrilleros de Chiapas, colonos españoles, indígenas, mestizos, selva, desierto, pirámides, huracanes, ciudades, volcanes. Mezcla de culturas y subculturas que hace que uno tenga la sensación que, según el prisma con que se mire, está en un lugar del mundo u en otro.

Pero si hay algo que realmente vale la pena conocer, es la cultura Maya. Su misterio, su aventura, su historia… en uno de los escenarios más extraordinarios del planeta: la península de Yucatán. En este lugar no hay montañas, ni ríos, ni lagos, por lo que el único medio de obtener agua era a través de los cenotes o pozos de agua subterráneos.

Ya en el viaje propiamente dicho (y comentando que el destino al cual nos dirigíamos quedaba a unos 215 km de Playa del Carmen) despertaron mi interés unos árboles al costado de la ruta de intensos colores, unos con hojas rojas, otros anaranjadas. Le pregunté al guía cómo se llamaban y me dijo “Flamboyan”. No sé si acá existen, o con otro nombre (la flora no es mi fuerte) pero yo los vi por primera vez. El guía nos dijo que íbamos a hacer una parada en una cooperativa indígena antes de llegar a Chichén- Itzá. Allí nos iban a ofrecer una bebida fresca y podíamos comprar recuerdos. En ese lugar venden de todo y esto sirve para ayudar a las familias mayas, las pocas que quedan, que no reciben ninguna ayuda del gobierno. Todas los objetos o artículos que allí ofrecen (es muy grande y extenso este lugar y no nos alcanza el tiempo para observar y admirar) están hechos por ellos mismos. Hace ya un tiempo los operadores de turismo decidieron hacer allí una parada con el propósito que la gente que transportan puedan adquirir recuerdos y de esta forma además ayudar a los indígenas.

Infinidad de objetos de cerámica, alfarería, ropa típica con bordados de colores, pirograbados en piel o papel, vasijas, mantas, piezas de plata mexicana, calendarios. Al ingresar nos ofrecen grabar

los nombres o fechas especiales para nosotros con los símbolos mayas. Todo muy lindo pero muy caro… 39 dólares cada letra o número!

Hacen los grabados en dijes con fondos de distintos colores.

El lugar está subdividido en 3 o 4 salones. Cada uno de ellos con vitrinas en el centro donde por lo general están las piezas de plata, de jade o de obsidiana (piedras semipreciosas).

Cada pared que sirve de división en este inmenso lugar está cubierta en su totalidad por los manteles, tapetes, mantas, cuadros, y lo que se pueda uno imaginar.

Silenciosos, los mayas (varones y mujeres) se ofrecen a ayudarnos. No se escuchan ruidos o sonidos de ninguna clase. Parece que estamos en otro mundo…

Los pirograbados son bellísimos. Varias familias se dedican a fabricarlos, y producen los bajos y altos relieves que aún podemos admirar en los Templos Mayas.

No pueden faltar los calendarios tanto mayas como aztecas. Realizados en piel, papel, tejidos, en madera, en piedra labrada, etc.


Continuamos con nuestro viaje en una cómoda van, con aire acondicionado y bebidas frescas.

Pasamos por algunos pueblos donde viven descendientes de mayas.

Casas humildes, precarias, varias sin ventanas (sí el hueco en la pared), todas con techos de paja o junco, en la mayoría paredes de adobe. Escuelas donde concurren los niños; sitios donde venden prendas textiles en la calle; carteles indicando “tortillerías” (las tortillas con las que se hacen los famosos tacos), etc.

Falta lluvia, se nota. Todo está como detenido en el tiempo. Tierra seca, mucho calor y como contraste de este paisaje, árboles, algunos muy frondosos, otros perdiendo lo que tenían de follaje...

Cada vez estamos más cerca de nuestro objetivo, las ruinas de Chichén- Itzá.

Nuestro guía, nos dice una frase que se grabó en nuestra memoria: “En México no se duerme, se medita”. Hacía mención de ella al comprobar que algunos compañeros de excursión tenían sus ojos cerrados, tal vez estaban medio dormidos, o por qué no, meditando o mirándose para adentro.

Hasta la próxima.

1 comentario:

Graciela dijo...

Hola M.M. muy lindo todo lo que contas, me encantó la foto del tapíz del indio, hermoso...............felicitaciones. Grace.