jueves, 20 de septiembre de 2012

Las inundaciones y sequías en la Provincia de Buenos Aires

Estampa N°2
No podría precisar exactamente la hora. Nos encontrábamos –como ya les conté- detrás de la puerta de entrada de la Escuela de Enseñanza Media N° 1 “Armada Argentina”, cuyos vidrios nos permitían observar como ascendía el agua, sin prisa, pero también sin pausa, escalón tras escalón. También mirábamos, asombrados, la velocidad que había alcanzado el agua.  Para los que no lo vieron, recuerden con la fuerza que corre el arroyo por su cauce, cuando hay creciente. Acá corría igual, con la diferencia que lo hacía por la Avenida San Martín, en su loca carrera hacia la plaza y más allá todavía, según nos contaban quienes se animaban a salir.

De pronto, empezó a oirse un murmullo entre los que estaban afuera que  empezaron  a estirar la cabeza para tratar de ver e individualizar que era lo que se acercaba. Ya a esa altura de los acontecimientos, nada nos hubiera asombrado -ni la aparición de un dragón sacando fuego por la boca- dado las cosas insólitas que nos había tocado vivir y los rumores escuchados, que se transmitían de boca en boca.
Salimos y vimos venir, a la altura del Viejo Correo, una máquina excavadora, a paso de hombre y en la pala situada un poco más que a ras del agua, trasladaban a una familia. Encorvados e inmóviles para no caerse, buscaban refugio en la Escuela, huyendo de la inundación.
Cuando se acercaron vimos, que delante de la máquina, venían alrededor de diez hombres, con el agua al cuello, que  luchaban contra la corriente y con grandes dificultades, procuraban ponerse a salvo.
Así pasamos esa noche, con la angustia que siente un inundado que no sabe ni cómo llegó a esa situación ni cómo va a terminar su infortunio y que es lo que va a encontrar, si algún día regresa a su casa.
Continuamos con la publicación del informe de Ameghino:

LAS SECAS Y LAS INUNDACIONES EN LA PROVINCIA BUENOS AIRES - Florentino Ameghino        

En otro puntos del territorio bonaerense, como, por ejemplo, los bajos donde se pierden hasta ahora los arroyos sin desagüe o esas hoyas aisladas de la Pampa que no tienen salida hacia ningún río o arroyo, deberían aprovecharse los accidentes naturales del terreno para formar en ellos grandes depósitos de agua con canales de desagüe y compuertas que sólo se abrirían en caso de peligro de desbordes o inundaciones por causa de excesiva abundancia de agua.

 En los demás puntos de la Provincia, allí donde no hay lagunas y las corrientes de agua son escasas, deberían formarse lagunas artificiales que recogieran el sobrante de las aguas pluviales de los terrenos circunvecinos. Esos estanques deberían tener una profundidad igual a aquella a que durante el estío se encuentra el agua en los mismos puntos, para que no se secaran en ninguna estación.

 Esos estanques artificiales, cavados en el terreno pampeano, que es en sumo grado permeable, gozarían de propiedades absorbentes, de manera que, aunque por efecto de fuertes lluvias se llenaran completamente de agua, no permanecerían llenos por largo tiempo; la infiltración a través de las barrancas laterales harían desaparecer en breve tiempo, conservando agua tan sólo en el fondo, siempre que la profundidad de los estanques alcanzara hasta las napas de agua subterráneas más superficiales, y los hacendados tendrían así en sus campos aguadas permanentes durante todo el año, aun durante las épocas de mayor sequía.
Constituirían algo así como una especie de grandes pozos semiabsorbentes, cuya ejecución no sería difícil ni de muy elevado costo y sus buenos resultados serían indiscutibles.

 En las terrenos elevados, llanos y de poco declive, alejados de los cauces de los ríos y riachuelos, existen extensas zonas de terreno en las cuales quedan estancadas las aguas pluviales que no pudiendo infiltrarse en el terreno a causa de la impermeabilidad de las capas arcillosas o margosas que forman la superficie del suelo, se extienden sobre vastas superficies inutilizando completamente esos terrenos y despidiendo a causa de la descomposición de las materias orgánicas que a ellas van a parar, emanaciones deletéreas tan perjudiciales a la salud como las que se levantan de los bañados y lagunas laterales a los cauces de los ríos y los arroyos. Es indudable que esos campos podrían ser desecados con facilidad abriendo canales de desagüe que condujeran las aguas a los ríos y arroyos, que muchas veces se encuentran a leguas de distancia. Pero si así lo hicieran, también es claro que esa agua corriendo a los ríos y por ellos al océano, se perdería sin provecho alguno para el terreno, iría a aumentar los desbordes de los ríos y las inundaciones en los puntos bajos que no necesitan agua y expondría la superficie del antiguo bañado, lo mismo que todos los terrenos adyacentes por donde cruzara el canal, a un proceso de denudación que iríase llevando poco a poco el terreno vegetal. La falta de agua haríase sentir todos los veranos y en el primer período de sequía todo el terreno que ocupara el antiguo bañado, como también los campos vecinos, no tendrían una gota de agua y el suelo quemado y desnudo sólo presentaría a la vista una espesa capa de polvo.

 Si en vez de dar salida a las aguas estancadas, ellas se resumieran hacia el centro del bañado en un estanque artificial, se conseguiría del mismo modo el objeto principal, que es desaguar el terreno para poder aprovecharlo, y eso no tan sólo sin necesidad de dirigir el agua a los ríos y por ellos al océano, sino que permanecerían en el terreno contribuyendo a su mayor fertilidad.

Supongamos un propietario que tenga unos dos kilómetros cuadrados de campo, situados a ocho kilómetros del curso de agua más próximo, y que de estos dos kilómetros la mitad fueran terrenos anegadizos o bañados por falta de declive y por recibir el agua de los terrenos más elevados circunvecinos. Si se propusiera desecar el bañado dando desagüe a las aguas estancadas hacia los terrenos más bajos cercanos, es seguro que ninguno de los propietarios limítrofes querría recibir ese exceso de agua que arruinaría sus campos. Luego, para desecar ese kilómetro de bañados y poder aprovecharlo no le quedaría más recurso que construir, de acuerdo con los propietarios vecinos, un canal de 8.000 metros de largo, unos dos metros del ancho por lo menos y dos de profundidad, término medio, que condujera las aguas hasta el río más próximo y la capacidad de ese canal no sería de ninguna manera exagerada, pues bastaría una lluvia algo regular para que las aguas de los campos vecinos lo llenaran en poco tiempo haciéndolo desbordar e inundar los campos más bajos que atravesara. Es decir, que tendrían que removerse unos 32.000 metros cúbicos de tierra, lo que costaría la friolera de unos tres mil pesos nacionales, cuando menos.

 Cuando el propietario hubiese hecho ejecutar ese trabajo, su campo ya no sería un bañado, pero tampoco pararía en él, ni en los demás que atravesara el canal ni una sola gota de agua. Esos campos quedarían expuestos durante el verano a todos los efectos desastrosos de las sequías y la falta de agua y en las épocas lluviosas estarían continuamente bajo un activo proceso de denudación que llevándose poco a poco la tierra vegetal los esterilizaría en un transcurso de pocos años.

Ahora bien: la tierra removida para la construcción de ese canal de desagüe, representaría la capacidad de un estanque de 80 metros de largo, por 80 de ancho y 5 de profundidad, cuya construcción no costaría más que la del canal y que podría contener allí, sin necesidad de despedirla al río, 32.000 metros cúbicos de agua que extendidos sobre terrenos sin declive e impermeables son cuantos sobran para inutilizar, convirtiéndolo en bañado, un kilómetro de campo. Pero aun suponiendo que los campos vecinos estuvieran cubiertos por una cantidad de agua cuatro veces mayor, ella entraría toda en el estanque, que se convertiría en una especie de gran pozo absorbente, dentro del cual el agua desaparecería rápidamente, conservándose sólo en su parte más profunda al nivel de las vertientes. Los propietarios aprovecharían así los bañados sin necesidad de esterilizar el terreno conduciendo el agua a los ríos; conservaríanla en los campos en lagunas artificiales de agua permanente cuyos benéficos resultados sobre el clima y el terreno ya tengo indicado, además de otros beneficios que sólo los hacendados saben apreciar.

Para que las lagunas laterales a los ríos y arroyos y las lagunas artificiales, lejos de las corrientes de agua, dieran el resultado buscado, que sería modificar las condiciones físicas y climatológicas de la llanura, deberían extenderse a todo el territorio de la Provincia, multiplicando por millares las lagunas artificiales sobre toda la parte de la llanura que carece de lagunas y de preferencia en todos los terrenos elevados y de poco declive donde se encontraran aguas estancadas.

En todos los parajes donde hay bañados o pantanos de consideración, en vez de darles desagüe desecando por completo el área que ocupan, debería tratarse de reducir su superficie aumentando la profundidad; es decir, haciendo lagunas o estanques artificiales.

 *Es sabido que las lagunas actuales tienden evidentemente a secarse y desaparecer con una prontitud de la que sólo puede darse cuenta quien las haya observado de cerca durante un cierto número de años. Lagunas de un espacio reducido y poco profundo ahora, eran hace un siglo cuatro veces más extendidas y más profundas. Otras que entonces eran pequeñas pero profundas, son hoy vastos pantanos. Lagunas de agua permanente en las que hace sólo veinte años entraban a nado los caballos, hoy han desaparecido por completo.
Esta desecación de las lagunas es el resultado de causas complejas cuya explicación resultaría sobrado extensa, pero entre las cuales puedo mencionar como desempeñando un papel preponderante, la denudación que las aguas pluviales ejercen sobre los terrenos adyacentes, el desmoronamiento de las barrancas producido por las olas que atacan su base, la tierra que allí transportan las tormentas de polvo y el continuo pisoteo de las haciendas que van allí a saciar su sed.

La denudación de las aguas pluviales sobre los terrenos circunvecinos, cuya superficie lavan transportando la tierra al fondo de las lagunas, es una de las causas más activas de su rellenamiento; es de un carácter general, pues produce los mismos efectos en todas las otras partes del mundo donde hay lagunas, y se ha hecho sentir en los tiempos geológicos rellenando las antiguas lagunas con estratos sucesivos de arena, arcilla y cascajo. Sin embargo, sus efectos son más o menos lentos en todas partes, mientras que tal denudación se efectúa en la provincia Buenos Aires con tanta actividad que rellena las lagunas a nuestra vista y nos permite afirmar que si no se contrarrestan de algún modo sus efectos, dentro de un siglo habrán desaparecido la mayor parte de las lagunas sin desagüe.

Ahora bien: este proceso de rellenamiento de las lagunas no se ha efectuado siempre con la misma rápidez que en la época actual. Para convencerse de ello basta dirigir una ojeada a las capas que han rellenado algunas de las lagunas que existían en otros tiempos y habían desaparecido ya en tiempo de la conquista, capas que en distintos puntos ponen a menudo a descubierto la erosión de las aguas, y se verá que las antiguas lagunas están rellenadas con capas sucesivas de limo y arena fina que alternan con espesos mantos de conchillas de agua dulce (Ampullaria, Paludestrina, etc.) que vivieron en el fondo de los antiguos lagos y se han ido acumulando en tan inmensa cantidad que nos demuestran palpablemente que son los despojos de un sin fin de generaciones, lo que a su vez prueba que el rellenamiento de esas lagunas se efectuó con suma lentitud.

Si el proceso de rellenamiento se hubiese verificado con tanta rapidez como en la actualidad no se habrían formado esos bancos de conchillla casi pura; apenas se encontrarían ejemplares aislados en la masa de arena y arcilla que cegó esos antiguos depósitos de agua.

Por otra parte: la mayor parte de las lagunas serían de formación muy reciente, posterior a la conquista, lo que por absurdo no es ni discutible; o la rapidez del proceso de rellenamiento se ha acelerado en nuestra época, pues si admitiéramos que se ha efectuado con igual prontitud, desde hace siglos ya habría concluido, como está concluyendo a nuestra vista con las lagunas de la Pampa. Luego el proceso de rellenamiento de las lagunas por la denudación de las aguas pluviales se ha acelerado en nuestra época en detrimento del porvenir de estas regiones.

 ¿Cuál es la causa que ha acelerado el proceso de denudación de las aguas pluviales sobre la superficie de los terrenos adyacentes a las lagunas? La misma que según he dicho en otra parte, ha expuesto a una fuerte denudación vastas zonas de la Pampa: la destrucción de los pajonales que rodeaban esas lagunas y anulaban la fuerza denudadora del agua sobre la superficie del suelo. He ahí la principal y verdadera causa que en nuestra época ha acelerado el rellenamiento de las lagunas.

Sus efectos se hacen sentir especialmente sobre aquellas lagunas que ocupando el fondo de depresiones considerables, carecen de barrancas, las cuales están reemplazadas por playas de pendiente suave. Las aguas que de todos los puntos de la hoya se precipitan a la laguna arrastran (particularmente durante las lluvias torrenciales que suceden a menudo a los períodos de fuertes sequías) grandes cantidades de barro que se deposita en el fondo, de manera que ésta que disminuye progresivamente de profundidad y perímetro hasta que acaba por desaparecer.

En otras lagunas, situadas en terrenos elevados, alimentadas sobre todo por vertientes subterráneas, que reciben poco caudal de agua de los campos vecinos y están limitadas por altas barrancas, éstas son continuamente atacadas por las olas que las minan por su base, haciéndolas derrumbar en grandes trozos que caen al agua, que los desmenuza arrastrando sus materiales al fondo, el cual de este modo se levanta poco a poco. Tales lagunas aumentan en perímetro pero disminuyen en profundidad, de manera que también en este caso el resultado final e inevitable de ese continuo proceso de derrumbamientos sucesivos, es la desaparición de la laguna, la cual queda rellenada por los materiales que se acumulan en su fondo.
En otras lagunas, el proceso de rellenamiento se verifica con mayor rapidez aún, porque se produce a la vez por el derrumbamiento de las barrancas y por los materiales de la denudación de las aguas pluviales sobre los terrenos adyacentes.

La tercera causa que concurre a producir la desaparición de las lagunas: las tormentas de polvo, sólo hace sentir sus efectos durante las épocas de sequía. Los vientos levantan entonces de la superficie de los campos nubes de polvo a las cuales transportan a distancias considerables, pero que a menudo también son arrastradas casi a ras de suelo, de manera que cuando pasan por encima de algún zanjón caen en él arrasándolo a veces por completo. En años de gran sequía he visto el lecho de arroyos de consideración, que de costumbre tienen agua permanente, cegados en largos trechos por las tormentas de polvo. Cuando esos torbellinos de polvo empujados por al viento corren casi sobre la superficie del suelo desnudo y pasan por sobre una laguna, la tierra, al rozar con la superficie del agua, se humedece substrayéndose a la acción del viento y poco a poco se precipita en el fondo de la laguna. Y cuando esos torbellinos se prolongan durante semanas enteras y siempre en una misma dirección, se comprende sin esfuerzo que puedan arrojar a las lagunas sorprendentes cantidades de polvo.

Puede presentarnos de ello un ejemplo elocuente: La Turbia, laguna de agua cenagosa que se encuentra a unas cuatro leguas de Mercedes. Cincuenta y tantos años atrás, sus aguas límpidas y cristalinas ocupaban un espacio cuatro veces mayor que el actual y alimentaban numerosos peces. Durante el período de la gran sequía del año 1830, se secó completamente y su fondo fue en parte cegado por las polvaredas. Más tarde, cuando se restablecieron las condiciones meteorológicas normales, la hondonada que tomó el nombre de La Turbia fue nuevamente ocupada por las aguas, pero estas permanecieron cenagosas, ocupando un espacio pequeño y de poca profundidad en proporción al que tenía la antigua laguna. Su perímetro disminuye de año en año desde entonces, hasta que acabe por desaparecer quizá dentro de poco, como ha sucedido con muchas otras aún más considerables de las que ni vestigios aparentes han quedado en la superficie del suelo.

Este proceso de rellenamiento de las lagunas por medio de las tormentas de polvo debe ser también de nuestra época o por lo menos durante ella ha asumido proporciones colosales que lo caracterizan en las estaciones de sequía, debido igualmente a la destrucción de los pajonales y a la substitución de los pastos duros por los pastos blandos que se secan con facilidad bajo la acción de los rayos solares, convirtiéndose en polvo y dejando el suelo completamente limpio, mientras que la antigua vegetación más dura y resistente, probablemente no dejaba nunca los campos completamente desnudos y los vientos no podían entonces levantar esas nubes de polvo que levantan en nuestra época durante las estaciones de sequía.

La última causa que activa la desaparición de las lagunas, es, por fin, el pisoteo de los ganados, que se agrava de día en día con el aumento de las haciendas. Ese sistema de dejar libre el acceso a las lagunas en todo su perímetro es de pésimos resultado. Los animales penetran en ellas por donde se les ocurre, destruyen las barrancas, acelerando su derrumbamiento; pisotean las playas convirtiendo en pantanos el limo rojo que remueven y es luego arrastrado al fondo de las lagunas, se internan en el agua recorriendo las lagunas en todas direcciones y agitándola, acelerando así la evaporación, remueven el barro depositado en su fondo, todo lo cual concluye por corromper el agua y formar pantanos insalubres y completamente inútiles hasta para abrevar las haciendas.

Esta causa obra de un modo tan activo, que Burmeister no trepida en atribuir solo a ella el desecamiento de las lagunas, lo que indudablemente es exagerado, pues como lo acabo de demostrar, sólo es una causa concurrente. Pero ella, unida a las que he mencionado, aceleran rápidamente la desaparición de las lagunas, de manera que existiendo en la llanura menos agua, las sequías serán más fuertes y prolongadas. Por otra parte, las lagunas constituían y constituyen todavía grandes receptáculos en donde se almacenaba y se almacena una parte considerable de las aguas pluviales; desapareciendo éstas, esa cantidad de agua que se reunía en ellas, tiene que extenderse sobre la llanura, corriendo hacia los puntos más bajos hasta desaguar en los ríos más inmediatos, aumentando el caudal de agua de estos y los desbordes e inundaciones que ocasionan en las épocas de grandes lluvias.

El mal se agrava de día en día; y si se piensa que este fenómeno de rellenamiento y desecación se halla en pleno proceso de actividad en todas las lagunas de la Pampa, no se puede por menos que hacer tristes reflexiones sobre el porvenir de la llanura argentina el día en que hubieran desaparecido los estanques naturales de que está sembrada una buena parte de su superficie. Felizmente, debemos suponer que la inteligencia, la actividad y la constancia de sus hijos sabrá encontrar los medios de conjurar este peligro del futuro, convirtiéndola en una tierra de promisión.

Las lagunas artificiales que se hicieran en la pampa bonaerense se verían inmediatamente expuestas a las mismas causas, efectos y resultados que las naturales actuales; y como éstas estarían destinadas a desaparecer en un futuro no muy lejano.

Es necesario, pues, buscar el medio de contrarrestar ese proceso de rellenamiento no tan sólo sobre los estanques artificiales a crearse, sino también sobre todas las lagunas actuales, pues ya se hace de urgentísima necesidad impedir que continúe su rellenamiento y desecación. Pero ello sólo podrá obtenerse combinándose los trabajos mencionados con la plantación de arboledas en grande escala, que impidan la denudación del terreno y el desmoronamiento de las barrancas, y cuya benéfica influencia sobre la vegetación y sobre el clima es innegable.

Debería empezarse por limpiar el fondo de las lagunas actuales para sacar todo el lodo que en ellas se ha depositado y devolvérselo al terreno circunvecino desparramándolo sobre el suelo, cuyo mejor abono constituiría, y luego, tanto estas como las que se hicieran artificiales, deberían ser rodeadas de arboledas hasta una cierta distancia de la orilla; éstas impedirían el desmoronamiento de las barrancas y contrarrestarían la fuerza denudadora de las aguas sobre los campos adyacentes. Para abrevar las haciendas deberían dejarse entradas que dieran acceso a las lagunas por medio de un plano inclinado de pendiente suave, cortado en la barranca, de modo que los animales no pudiesen echar a perder las riberas y sólo pudieran internase en las lagunas lo suficiente para que pudieran beber.

. *Queda, todavía, material para dos publicaciones más. Seguramente serán pocos los que  han leído el informe completo, pero aunque sea a través de una lectura parcial, es bueno que tengan una visión global del problema, principalmente,  aquellas personas que tengan aspiraciones de conducir los destinos del pueblo. Un dirigente tiene la obligación de conocer, desde sus orígenes, el tema de las inundaciones y sequías que, periódicamente,  padece la zona e involucrarse con el problema. No, como sucede con demasiada frecuencia, que se recurre a medidas extremas en el momento de la inundación y después, solo saben sobrevolar el lugar en helicóptero para, desde allí, observar como la gente sufre en su lucha contra el agua
Hasta la próxima
GSF

* Foto tomada en Azul el 25 de agosto de 2012
"Hoy en Azul, como hace 32 años en Tapalqué. Un verdadero hallazgo encontrado en la Red.

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