No podría precisar exactamente la hora. Nos encontrábamos –como ya les conté- detrás de la puerta de entrada de la Escuela de Enseñanza Media N° 1 “Armada Argentina”, cuyos vidrios nos permitían observar como ascendía el agua, sin prisa, pero también sin pausa, escalón tras escalón. También mirábamos, asombrados, la velocidad que había alcanzado el agua. Para los que no lo vieron, recuerden con la fuerza que corre el arroyo por su cauce, cuando hay creciente. Acá corría igual, con la diferencia que lo hacía por la Avenida San Martín, en su loca carrera hacia la plaza y más allá todavía, según nos contaban quienes se animaban a salir.
De pronto, empezó a oirse un
murmullo entre los que estaban afuera que
empezaron a estirar la cabeza
para tratar de ver e individualizar que era lo que se acercaba. Ya a esa altura
de los acontecimientos, nada nos hubiera asombrado -ni la aparición de un
dragón sacando fuego por la boca- dado las cosas insólitas que nos había tocado
vivir y los rumores escuchados, que se transmitían de boca en boca.
Salimos y vimos venir, a la
altura del Viejo Correo, una máquina excavadora, a paso de hombre y en la pala situada
un poco más que a ras del agua, trasladaban a una familia. Encorvados e
inmóviles para no caerse, buscaban refugio en la Escuela, huyendo de la
inundación.
Cuando se acercaron vimos, que delante
de la máquina, venían alrededor de diez hombres, con el agua al cuello, que luchaban contra la corriente y con grandes
dificultades, procuraban ponerse a salvo.
Así pasamos esa noche, con la
angustia que siente un inundado que no sabe ni cómo llegó a esa situación ni cómo
va a terminar su infortunio y que es lo que va a encontrar, si algún día regresa
a su casa.
Continuamos con la publicación
del informe de Ameghino:
LAS SECAS Y LAS
INUNDACIONES EN LA PROVINCIA BUENOS AIRES - Florentino Ameghino
En otro puntos del territorio bonaerense, como, por ejemplo, los bajos
donde se pierden hasta ahora los arroyos sin desagüe o esas hoyas aisladas de
la Pampa que no tienen salida hacia ningún río o arroyo, deberían aprovecharse
los accidentes naturales del terreno para formar en ellos grandes depósitos de
agua con canales de desagüe y compuertas que sólo se abrirían en caso de
peligro de desbordes o inundaciones por causa de excesiva abundancia de agua.
En los demás puntos de la
Provincia, allí donde no hay lagunas y las corrientes de agua son escasas,
deberían formarse lagunas artificiales que recogieran el sobrante de las aguas
pluviales de los terrenos circunvecinos. Esos estanques deberían tener una
profundidad igual a aquella a que durante el estío se encuentra el agua en los
mismos puntos, para que no se secaran en ninguna estación.
Esos estanques artificiales,
cavados en el terreno pampeano, que es en sumo grado permeable, gozarían de
propiedades absorbentes, de manera que, aunque por efecto de fuertes lluvias se
llenaran completamente de agua, no permanecerían llenos por largo tiempo; la
infiltración a través de las barrancas laterales harían desaparecer en breve tiempo,
conservando agua tan sólo en el fondo, siempre que la profundidad de los
estanques alcanzara hasta las napas de agua subterráneas más superficiales, y
los hacendados tendrían así en sus campos aguadas permanentes durante todo el
año, aun durante las épocas de mayor sequía.
Constituirían algo así como una especie de grandes pozos
semiabsorbentes, cuya ejecución no sería difícil ni de muy elevado costo y sus
buenos resultados serían indiscutibles.
En las terrenos elevados, llanos
y de poco declive, alejados de los cauces de los ríos y riachuelos, existen
extensas zonas de terreno en las cuales quedan estancadas las aguas pluviales
que no pudiendo infiltrarse en el terreno a causa de la impermeabilidad de las
capas arcillosas o margosas que forman la superficie del suelo, se extienden
sobre vastas superficies inutilizando completamente esos terrenos y despidiendo
a causa de la descomposición de las materias orgánicas que a ellas van a parar,
emanaciones deletéreas tan perjudiciales a la salud como las que se levantan de
los bañados y lagunas laterales a los cauces de los ríos y los arroyos. Es
indudable que esos campos podrían ser desecados con facilidad abriendo canales
de desagüe que condujeran las aguas a los ríos y arroyos, que muchas veces se
encuentran a leguas de distancia. Pero si así lo hicieran, también es claro que
esa agua corriendo a los ríos y por ellos al océano, se perdería sin provecho
alguno para el terreno, iría a aumentar los desbordes de los ríos y las
inundaciones en los puntos bajos que no necesitan agua y expondría la
superficie del antiguo bañado, lo mismo que todos los terrenos adyacentes por
donde cruzara el canal, a un proceso de denudación que iríase llevando poco a
poco el terreno vegetal. La falta de agua haríase sentir todos los veranos y en
el primer período de sequía todo el terreno que ocupara el antiguo bañado, como
también los campos vecinos, no tendrían una gota de agua y el suelo quemado y
desnudo sólo presentaría a la vista una espesa capa de polvo.
Si en vez de dar salida a las
aguas estancadas, ellas se resumieran hacia el centro del bañado en un estanque
artificial, se conseguiría del mismo modo el objeto principal, que es desaguar
el terreno para poder aprovecharlo, y eso no tan sólo sin necesidad de dirigir
el agua a los ríos y por ellos al océano, sino que permanecerían en el terreno
contribuyendo a su mayor fertilidad.
Supongamos un propietario que tenga unos dos kilómetros cuadrados de
campo, situados a ocho kilómetros del curso de agua más próximo, y que de estos
dos kilómetros la mitad fueran terrenos anegadizos o bañados por falta de
declive y por recibir el agua de los terrenos más elevados circunvecinos. Si se
propusiera desecar el bañado dando desagüe a las aguas estancadas hacia los
terrenos más bajos cercanos, es seguro que ninguno de los propietarios
limítrofes querría recibir ese exceso de agua que arruinaría sus campos. Luego,
para desecar ese kilómetro de bañados y poder aprovecharlo no le quedaría más
recurso que construir, de acuerdo con los propietarios vecinos, un canal de
8.000 metros de largo, unos dos metros del ancho por lo menos y dos de
profundidad, término medio, que condujera las aguas hasta el río más próximo y
la capacidad de ese canal no sería de ninguna manera exagerada, pues bastaría
una lluvia algo regular para que las aguas de los campos vecinos lo llenaran en
poco tiempo haciéndolo desbordar e inundar los campos más bajos que atravesara.
Es decir, que tendrían que removerse unos 32.000 metros cúbicos de tierra, lo
que costaría la friolera de unos tres mil pesos nacionales, cuando menos.
Cuando el propietario hubiese
hecho ejecutar ese trabajo, su campo ya no sería un bañado, pero tampoco
pararía en él, ni en los demás que atravesara el canal ni una sola gota de
agua. Esos campos quedarían expuestos durante el verano a todos los efectos
desastrosos de las sequías y la falta de agua y en las épocas lluviosas
estarían continuamente bajo un activo proceso de denudación que llevándose poco
a poco la tierra vegetal los esterilizaría en un transcurso de pocos años.
Ahora bien: la tierra removida para la construcción de ese canal de
desagüe, representaría la capacidad de un estanque de 80 metros de largo, por
80 de ancho y 5 de profundidad, cuya construcción no costaría más que la del
canal y que podría contener allí, sin necesidad de despedirla al río, 32.000
metros cúbicos de agua que extendidos sobre terrenos sin declive e impermeables
son cuantos sobran para inutilizar, convirtiéndolo en bañado, un kilómetro de
campo. Pero aun suponiendo que los campos vecinos estuvieran cubiertos por una
cantidad de agua cuatro veces mayor, ella entraría toda en el estanque, que se
convertiría en una especie de gran pozo absorbente, dentro del cual el agua
desaparecería rápidamente, conservándose sólo en su parte más profunda al nivel
de las vertientes. Los propietarios aprovecharían así los bañados sin necesidad
de esterilizar el terreno conduciendo el agua a los ríos; conservaríanla en los
campos en lagunas artificiales de agua permanente cuyos benéficos resultados
sobre el clima y el terreno ya tengo indicado, además de otros beneficios que
sólo los hacendados saben apreciar.
Para que las lagunas laterales a los ríos y arroyos y las lagunas
artificiales, lejos de las corrientes de agua, dieran el resultado buscado, que
sería modificar las condiciones físicas y climatológicas de la llanura,
deberían extenderse a todo el territorio de la Provincia, multiplicando por
millares las lagunas artificiales sobre toda la parte de la llanura que carece
de lagunas y de preferencia en todos los terrenos elevados y de poco declive
donde se encontraran aguas estancadas.
En todos los parajes donde hay bañados o pantanos de consideración, en
vez de darles desagüe desecando por completo el área que ocupan, debería
tratarse de reducir su superficie aumentando la profundidad; es decir, haciendo
lagunas o estanques artificiales.
*Es sabido que las lagunas
actuales tienden evidentemente a secarse y desaparecer con una prontitud de la
que sólo puede darse cuenta quien las haya observado de cerca durante un cierto
número de años. Lagunas de un espacio reducido y poco profundo ahora, eran hace
un siglo cuatro veces más extendidas y más profundas. Otras que entonces eran
pequeñas pero profundas, son hoy vastos pantanos. Lagunas de agua permanente en
las que hace sólo veinte años entraban a nado los caballos, hoy han
desaparecido por completo.
Esta desecación de las lagunas es el resultado de causas complejas cuya
explicación resultaría sobrado extensa, pero entre las cuales puedo mencionar
como desempeñando un papel preponderante, la denudación que las aguas pluviales
ejercen sobre los terrenos adyacentes, el desmoronamiento de las barrancas
producido por las olas que atacan su base, la tierra que allí transportan las
tormentas de polvo y el continuo pisoteo de las haciendas que van allí a saciar
su sed.
La denudación de las aguas pluviales sobre los terrenos circunvecinos,
cuya superficie lavan transportando la tierra al fondo de las lagunas, es una
de las causas más activas de su rellenamiento; es de un carácter general, pues
produce los mismos efectos en todas las otras partes del mundo donde hay
lagunas, y se ha hecho sentir en los tiempos geológicos rellenando las antiguas
lagunas con estratos sucesivos de arena, arcilla y cascajo. Sin embargo, sus
efectos son más o menos lentos en todas partes, mientras que tal denudación se
efectúa en la provincia Buenos Aires con tanta actividad que rellena las
lagunas a nuestra vista y nos permite afirmar que si no se contrarrestan de
algún modo sus efectos, dentro de un siglo habrán desaparecido la mayor parte
de las lagunas sin desagüe.
Ahora bien: este proceso de rellenamiento de las lagunas no se ha
efectuado siempre con la misma rápidez que en la época actual. Para convencerse
de ello basta dirigir una ojeada a las capas que han rellenado algunas de las
lagunas que existían en otros tiempos y habían desaparecido ya en tiempo de la
conquista, capas que en distintos puntos ponen a menudo a descubierto la
erosión de las aguas, y se verá que las antiguas lagunas están rellenadas con
capas sucesivas de limo y arena fina que alternan con espesos mantos de
conchillas de agua dulce (Ampullaria, Paludestrina, etc.) que vivieron en el
fondo de los antiguos lagos y se han ido acumulando en tan inmensa cantidad que
nos demuestran palpablemente que son los despojos de un sin fin de
generaciones, lo que a su vez prueba que el rellenamiento de esas lagunas se
efectuó con suma lentitud.
Si el proceso de rellenamiento se hubiese verificado con tanta rapidez
como en la actualidad no se habrían formado esos bancos de conchillla casi
pura; apenas se encontrarían ejemplares aislados en la masa de arena y arcilla
que cegó esos antiguos depósitos de agua.
Por otra parte: la mayor parte de las lagunas serían de formación muy
reciente, posterior a la conquista, lo que por absurdo no es ni discutible; o
la rapidez del proceso de rellenamiento se ha acelerado en nuestra época, pues
si admitiéramos que se ha efectuado con igual prontitud, desde hace siglos ya
habría concluido, como está concluyendo a nuestra vista con las lagunas de la
Pampa. Luego el proceso de rellenamiento de las lagunas por la denudación de
las aguas pluviales se ha acelerado en nuestra época en detrimento del porvenir
de estas regiones.
¿Cuál es la causa que ha
acelerado el proceso de denudación de las aguas pluviales sobre la superficie
de los terrenos adyacentes a las lagunas? La misma que según he dicho en otra
parte, ha expuesto a una fuerte denudación vastas zonas de la Pampa: la
destrucción de los pajonales que rodeaban esas lagunas y anulaban la fuerza denudadora
del agua sobre la superficie del suelo. He ahí la principal y verdadera causa
que en nuestra época ha acelerado el rellenamiento de las lagunas.
Sus efectos se hacen sentir especialmente sobre aquellas lagunas que
ocupando el fondo de depresiones considerables, carecen de barrancas, las
cuales están reemplazadas por playas de pendiente suave. Las aguas que de todos
los puntos de la hoya se precipitan a la laguna arrastran (particularmente
durante las lluvias torrenciales que suceden a menudo a los períodos de fuertes
sequías) grandes cantidades de barro que se deposita en el fondo, de manera que
ésta que disminuye progresivamente de profundidad y perímetro hasta que acaba
por desaparecer.
En otras lagunas, situadas en terrenos elevados, alimentadas sobre todo
por vertientes subterráneas, que reciben poco caudal de agua de los campos
vecinos y están limitadas por altas barrancas, éstas son continuamente atacadas
por las olas que las minan por su base, haciéndolas derrumbar en grandes trozos
que caen al agua, que los desmenuza arrastrando sus materiales al fondo, el
cual de este modo se levanta poco a poco. Tales lagunas aumentan en perímetro
pero disminuyen en profundidad, de manera que también en este caso el resultado
final e inevitable de ese continuo proceso de derrumbamientos sucesivos, es la
desaparición de la laguna, la cual queda rellenada por los materiales que se
acumulan en su fondo.
En otras lagunas, el proceso de rellenamiento se verifica con mayor
rapidez aún, porque se produce a la vez por el derrumbamiento de las barrancas
y por los materiales de la denudación de las aguas pluviales sobre los terrenos
adyacentes.
La tercera causa que concurre a producir la desaparición de las
lagunas: las tormentas de polvo, sólo hace sentir sus efectos durante las
épocas de sequía. Los vientos levantan entonces de la superficie de los campos
nubes de polvo a las cuales transportan a distancias considerables, pero que a
menudo también son arrastradas casi a ras de suelo, de manera que cuando pasan
por encima de algún zanjón caen en él arrasándolo a veces por completo. En años
de gran sequía he visto el lecho de arroyos de consideración, que de costumbre
tienen agua permanente, cegados en largos trechos por las tormentas de polvo.
Cuando esos torbellinos de polvo empujados por al viento corren casi sobre la
superficie del suelo desnudo y pasan por sobre una laguna, la tierra, al rozar
con la superficie del agua, se humedece substrayéndose a la acción del viento y
poco a poco se precipita en el fondo de la laguna. Y cuando esos torbellinos se
prolongan durante semanas enteras y siempre en una misma dirección, se
comprende sin esfuerzo que puedan arrojar a las lagunas sorprendentes
cantidades de polvo.
Puede presentarnos de ello un ejemplo elocuente: La Turbia, laguna de
agua cenagosa que se encuentra a unas cuatro leguas de Mercedes. Cincuenta y
tantos años atrás, sus aguas límpidas y cristalinas ocupaban un espacio cuatro
veces mayor que el actual y alimentaban numerosos peces. Durante el período de
la gran sequía del año 1830, se secó completamente y su fondo fue en parte
cegado por las polvaredas. Más tarde, cuando se restablecieron las condiciones
meteorológicas normales, la hondonada que tomó el nombre de La Turbia fue
nuevamente ocupada por las aguas, pero estas permanecieron cenagosas, ocupando
un espacio pequeño y de poca profundidad en proporción al que tenía la antigua
laguna. Su perímetro disminuye de año en año desde entonces, hasta que acabe
por desaparecer quizá dentro de poco, como ha sucedido con muchas otras aún más
considerables de las que ni vestigios aparentes han quedado en la superficie
del suelo.
Este proceso de rellenamiento de las lagunas por medio de las tormentas
de polvo debe ser también de nuestra época o por lo menos durante ella ha
asumido proporciones colosales que lo caracterizan en las estaciones de sequía,
debido igualmente a la destrucción de los pajonales y a la substitución de los
pastos duros por los pastos blandos que se secan con facilidad bajo la acción
de los rayos solares, convirtiéndose en polvo y dejando el suelo completamente
limpio, mientras que la antigua vegetación más dura y resistente, probablemente
no dejaba nunca los campos completamente desnudos y los vientos no podían
entonces levantar esas nubes de polvo que levantan en nuestra época durante las
estaciones de sequía.
La última causa que activa la desaparición de las lagunas, es, por fin,
el pisoteo de los ganados, que se agrava de día en día con el aumento de las
haciendas. Ese sistema de dejar libre el acceso a las lagunas en todo su
perímetro es de pésimos resultado. Los animales penetran en ellas por donde se
les ocurre, destruyen las barrancas, acelerando su derrumbamiento; pisotean las
playas convirtiendo en pantanos el limo rojo que remueven y es luego arrastrado
al fondo de las lagunas, se internan en el agua recorriendo las lagunas en
todas direcciones y agitándola, acelerando así la evaporación, remueven el
barro depositado en su fondo, todo lo cual concluye por corromper el agua y
formar pantanos insalubres y completamente inútiles hasta para abrevar las
haciendas.
Esta causa obra de un modo tan activo, que Burmeister no trepida en
atribuir solo a ella el desecamiento de las lagunas, lo que indudablemente es
exagerado, pues como lo acabo de demostrar, sólo es una causa concurrente. Pero
ella, unida a las que he mencionado, aceleran rápidamente la desaparición de las
lagunas, de manera que existiendo en la llanura menos agua, las sequías serán
más fuertes y prolongadas. Por otra parte, las lagunas constituían y
constituyen todavía grandes receptáculos en donde se almacenaba y se almacena
una parte considerable de las aguas pluviales; desapareciendo éstas, esa
cantidad de agua que se reunía en ellas, tiene que extenderse sobre la llanura,
corriendo hacia los puntos más bajos hasta desaguar en los ríos más inmediatos,
aumentando el caudal de agua de estos y los desbordes e inundaciones que
ocasionan en las épocas de grandes lluvias.
El mal se agrava de día en día; y si se piensa que este fenómeno de
rellenamiento y desecación se halla en pleno proceso de actividad en todas las
lagunas de la Pampa, no se puede por menos que hacer tristes reflexiones sobre
el porvenir de la llanura argentina el día en que hubieran desaparecido los
estanques naturales de que está sembrada una buena parte de su superficie.
Felizmente, debemos suponer que la inteligencia, la actividad y la constancia
de sus hijos sabrá encontrar los medios de conjurar este peligro del futuro,
convirtiéndola en una tierra de promisión.
Las lagunas artificiales que se hicieran en la pampa bonaerense se
verían inmediatamente expuestas a las mismas causas, efectos y resultados que
las naturales actuales; y como éstas estarían destinadas a desaparecer en un
futuro no muy lejano.
Es necesario, pues, buscar el medio de contrarrestar ese proceso de
rellenamiento no tan sólo sobre los estanques artificiales a crearse, sino
también sobre todas las lagunas actuales, pues ya se hace de urgentísima
necesidad impedir que continúe su rellenamiento y desecación. Pero ello sólo
podrá obtenerse combinándose los trabajos mencionados con la plantación de
arboledas en grande escala, que impidan la denudación del terreno y el
desmoronamiento de las barrancas, y cuya benéfica influencia sobre la
vegetación y sobre el clima es innegable.
Debería empezarse por limpiar el fondo de las lagunas actuales para
sacar todo el lodo que en ellas se ha depositado y devolvérselo al terreno
circunvecino desparramándolo sobre el suelo, cuyo mejor abono constituiría, y
luego, tanto estas como las que se hicieran artificiales, deberían ser rodeadas
de arboledas hasta una cierta distancia de la orilla; éstas impedirían el
desmoronamiento de las barrancas y contrarrestarían la fuerza denudadora de las
aguas sobre los campos adyacentes. Para abrevar las haciendas deberían dejarse
entradas que dieran acceso a las lagunas por medio de un plano inclinado de
pendiente suave, cortado en la barranca, de modo que los animales no pudiesen
echar a perder las riberas y sólo pudieran internase en las lagunas lo
suficiente para que pudieran beber.
. *Queda, todavía, material para
dos publicaciones más. Seguramente serán pocos los que han leído el informe completo, pero aunque sea
a través de una lectura parcial, es bueno que tengan una visión global del
problema, principalmente, aquellas
personas que tengan aspiraciones de conducir los destinos del pueblo. Un dirigente
tiene la obligación de conocer, desde sus orígenes, el tema de las inundaciones
y sequías que, periódicamente, padece la
zona e involucrarse con el problema. No, como sucede con demasiada frecuencia,
que se recurre a medidas extremas en el momento de la inundación y después, solo
saben sobrevolar el lugar en helicóptero para, desde allí, observar como la
gente sufre en su lucha contra el agua
Hasta la próxima
GSF
* Foto tomada en Azul el 25 de agosto de 2012
"Hoy en Azul, como hace 32 años en Tapalqué. Un verdadero hallazgo encontrado en la Red.
"Hoy en Azul, como hace 32 años en Tapalqué. Un verdadero hallazgo encontrado en la Red.
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