miércoles, 24 de septiembre de 2008

Algun velero, algunas ballenas, pique en la red *** Nano

La vista da a una pequeña bahía que da al puerto. Mientras pensaba en un hermoso velero que había visto en el camino veo entrar a la misma bahía a último momento solo un mástil. Qué raro me dije, dado que no hay veleros a esta altura de la Groenlandia del norte, y seguí en mi mundo meditabundo cotidiano.

Al otro día, al pasar por el velero ”cinco estrellas” me sonríe un tipo mas o menos de mi edad, que buscaba en mi saludo cierta complicidad. Los inuitas cercaban el bote curiosos y yo era lo mas parecido a él que pasaba por ahí. Hablamos un par de minutos, me dice que es francés y con mucho interés me pregunta de dónde vengo, ah Argentina, pero dónde en Argentina? Y al Tapalqué tan ”inuit” me contesta que había estado en Fitz Roy y en otros lugares, por supuesto también en Bariloche.

Lindo, hermoso tu pais me dice y me voy.

Veo en el camino curiosamente otro velero, si bién mas pequeño, es el que fugazmente vi entrar desde mi ventana. El casco es negro, el nombre no deja dudas ”Artic Wanderer”, de pinta mas bién humilde.

A la noche voy a cenar a la casa del marinero, el único lugar en Aasiaat donde se puede comer afuera. La casa del marinero es algo así como un hotelpensión y cumple la función de acobijar a mas de uno. Es en la casa del marinero donde los niños que sus padres no atienden, van a mirar la tele a cualquier hora y donde rezonga algún borracho su soledad. Allí están sentados el francés con el otro del velero recién llegado, resulta ser un americano. Veo que el francés le paga el menú y de lejos me saluda.

Yo paso mis días, el lugar me queda de paso cuando voy al trabajo y observo con una especie de intriga, casi parecido a la envidia, como los dos barcos con sus dos tripulantes se menean suaves y sin apuro. El ”vagabundo del ártico” está algo más escondido que el del francés.

Por ilustrar lo que suelen ser las coinsidencias y sus cambios, voy sumido en un libro hermoso sobre el primer encuentro de los enuitas con John Ross allá por el 1818, donde los inuitas le arisquean a tanto armatoste espeluznante, suponen que los barcos a velas enormes de entonces son pájaros, al entrar en ellos acarician la madera y preguntan de que están hechos, si los matarán o si simplemente vienen de otro planeta.

Prendo la computadora, me pregunto si habrá ”pique”, metáfora que uno usa para explicar las más bastas de las incógnitas. Pongo ”Artic Wanderer” y sale la página, me quedo sorprendido pero a la vez no me inmuto. Ya veo que adopto algo de los inuit ante lo desconocido, si bién me muero de curiosidad, me conformo con ”americano excéntrico” tu soledad y tus logros dan lo mismo…

Bicho du pé le llaman en Brasil a un bichito horrible que se te mete por lo general debajo de la uña del dedo gordo del pié (los que los inuitas usaban para contar como número once o dieciseis, ya que contaban con los dedos de la mano hasta diez y luego pasaban a los de los pies, con lo que once por ejemplo significa el primer dedo del pie derecho!) creando una infección y una caverna insufrible. No es ese mi martirio, pero me pienso ante estos dos dichosos como un bicho si bién no de pie de a pie! De los acostumbrados a sentir el peso propio de la osamenta y el resto, sin la levedad y el vaivén del mar.

Cuando desde lo mas adentro de mi estirpe un encabritado galope se tranforma en melodía y me viene a la mente Andrés con su guitarra y esta canción de Juan Manuel Serrat que acompañaba nuestra adolescencia:

Harto ya de estar harto, ya me cansé
de preguntarle al mundo por qué y por qué.
La Rosa de los Vientos me ha de ayudar
y desde ahora vais a verme vagabundear,

entre el cielo y el mar.
Vagabundear.

Como un cometa de caña y de papel,
me iré tras una nube, pa' serle fiel
a los montes, los ríos, el sol y el mar.
A ellos que me enseñaron el verbo amar.

Soy palomo torcaz,
dejadme en paz.


No me siento extranjero en ningún lugar,
donde haya lumbre y vino tengo mi hogar.
Y para no olvidarme de lo que fui

mi patria y mi guitarra las llevo en mí,
Una es fuerte y es fiel,
la otra un papel.

No llores porque no me voy a quedar,

me diste todo lo que tú sabes dar.
La sombra que en la tarde da una pared
y el vino que me ayuda a olvidar mi sed.

Que más puede ofrecer
una mujer...


Es hermoso partir sin decir adiós,
serena la mirada, firme la voz.
Si de veras me buscas, me encontrarás,

es muy largo el camino para mirar atrás.
Qué más da, qué más da,
aquí o allá...

Mientras por la red veo que el ”Artic Wanderer” llega a Sisimiut y sigue su objetivo, el francés que se había ido aparce de vuelta, dice que había salido a probar los instrumentos, el plan es dejar el barco acá todo el invierno y en la primavera emprender el desafío del pasaje.

Lo saludo varios días al pasar como de costumbre, una tarde lo encuentro hablando con el policía, no quiero molestar y sigo mi camino.

En lugar de chusmear que hace este frencés de temperamento simpático y acelerado me voy a ver como arreglan un motor de un barco, he charlado un par de veces con el mecánico, un tipo joven, también con dos hijas, al que han mandado especialmente desde Dinamarca. Dice que ha navegado en un barco de Mærsk cuyo capitán era un argentino políglota que andaba con el mate bajo el brazo. Siempre es lo mismo con Argentina, a alguien de refilón o en profundidad le despierta simpatía. Es más, la mujer que el día de mi llegada me entregó el departamento, si bién estaba reservado para otro, me lo dio porque dice que cuando escuchó Argentina pensó en la música de Piazzola!!! Estamos hablando de una empleada en el hospital de Aasiaat, un pueblito ubicado en los 68’ grados de latitud norte, de tres mil habitantes! Fué suficiente para erizarme la piel.

Vuelvo a dar con el francés a los manotazos arriba de su espléndido barco y me invita a pasar. No me hago rogar, es viernes a la tarde, no tengo apuro, salto a la cubierta y me interno en el despelote del camarote. Hablamos enseguida de Argentina, mi inglés es pésimo, su inglés es bastante mejor, pero no tan bueno como para que el mío me de impotencia. Es una caja de sorpresas, resulta ser un experimentado navegante con records de proezas y documentalista de mar y de tierra. Tiene editado decenas de documentales en los lugares mas remotos, junglas con indios exóticos, gauchos en la patagonia, (donde por supuesto se enamoró de una argentina que le recitaba los clásicos franceses de taquito) en la cuenca del Orinoco, en la selva amazónica, en Africa, Australia y el Artico, a Argentina la tiene en un pedestal, lo que en inglés llaman ”cool” como algunos de nosotros diríamos ”es una masa” o canchera, original, fresca. Aunque para trabajar alquilaron todos equipos chilenos.

Pongo cara de Inuit y no me achico, me pregunta cual es mi hobby, y es difícil de decir, no le voy a decir ”viajar” a un tipo que ha estado en los lugares mas remotos, filmando en situaciones riesgosas, que me entero que ha naufragado, perdido amigos, aterrizado de emergencia en una avioneta al final de la ruta tres, donde casualmente yo en el 80 trataba de cazar un peludo con una mochila de 32 kilos de lado y con solo el auspicio de los astros.

Igual pongo cara de Inuit con sonrisa guevarista, hobby? En fin, le digo que no hago nada (en realidad vengo de trabajar y mientras estoy en Groenlandia casi que no hago otra cosa) nada, como en la pelicula de Norman Brinsky ”La Fiaca”. No hago nada!, ni hobby tengo! o como dice un amigo de Baires que vive en Århus: Era tan pobre que ni intemperie tenía!!!

Aunque si es por vagabundear, sin bicho du pe que me moleste, vagabundeo en mis condiciones y a mi antojo.

En eso llega el policía del día anterior, y el francés me comenta que va a salir a dar una vuelta porque el policía le va a instalar el radar nuevo, que él no entiende.

Al policía le dice que tiene un tripulante argentino y como siempre ante la autoridad, me siento mas bien un polizón!

Y ahí voy yo dando una mano, dándole el empeyón al barco para que se aleje del muelle y firme, como si no hubiese tenido otro oficio que de marinero, me quedo a cargo del timón mirando el horizonte. Mientras ellos instalan el radar en la computadora nos internamos entre islas y mar abierto.

El policía parece de Tapalqué, bastante alto como los Gallardo y también de bigotito, habla mejor inglés que nosotros, a veces dejo pagando al capitán y hablamos en danés, navegamos unas horas a motor. Gps e instrumentos varios me muestran posición, distancia y profundidad, aparecen dos ballenas acompañándonos, quizá son las mismas que iban al lado mío la otra tarde mientras caminaba por las rocas, nada inusual en el golfo del disko. Son casi del tamaño del barco, 44 pies.

Estoy desabrigado y un frío que ni mi entusiasmo ni mi intemperie sienten, sienten mis manos y mis 46, del once al veinte.

http://www.stephanepeyron.com/

http://www.arcticwandering.com/the%20journey.htm

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