jueves, 11 de septiembre de 2008

En el Día del Maestro *** Graciela

SI MURIERA MAÑANA...

Si muriera mañana me llevaría las manitos frías de mis alumnos de Primer Grado, sus primeras palabras escritas, sus primeras lecturas, sus primeras cuentas.

Los ramitos de flores, cortadas al paso, la hermosa sonrisa, los berrinches las lágrimas.

Si muriera mañana me llevaría un cuaderno, de tapa blanda y hojas ajeadas y sucias.

Era el Día del Maestro y en ese cuaderno había un regalo.

Esa sonrisa desdentada de seis años, puso sobre mi escritorio su cuaderno y me dijo en el recreo: ¿Se lo, te dejo un regalo.

Cuando volvimos a clase, en el cuaderno abierto se leía, su primera escritura en manuscrita, con las letras deformes, y en un renglón y al otro, con sentido importante:.
Mi señorita

es linda

es flaca

es buena

pero a veces

se enoja

porque los chicos

la hacemos renegar.

Si muriera mañana, me llevaría el recuerdo de mis años de campo, con la mochila al hombro, en moto, en bicicleta, pasando los pantanos, pero llegando, siempre llegando!

Si muriera mañana me llevaría mis alumnos de 7º, esos que hoy son padres pero no me olvidan y cada vez que nos vemos nos dedicamos el beso y la sonrisa. Las horas compartidas, los proyectos, los sueños, las complicidades, la adolescencia. Esa huella que uno deja y que no se borra.

Si muriera mañana me llevaría mis alumnos de 4ª, los murales pintados, las mejores anécdotas, los mejores escritos sobre la vida.

Si muriera mañana me llevaría mis mejores recuerdos, los que hicieron dichoso mi paso por la escuela, porque no hay malos, solo hay otros que seguro olvidamos.

Si muriera mañana, y pudiera volver, sería otra vez maestra, la que lleva en la sangre, la eterna vocación de amar a los niños, los chicos , los pibes, de buscar lo mejor, de encontrarlo a la vuelta de sacar detras días conejos y más conejos de la galera, de hacer de payaso, de contar fideos, de limpiar las mejillas, de prestar el pañuelo, de llorar sus desdichas de hallarles consuelo.

Si muriera mañana, elegiría volver, a contarles un cuento, a poner mi mejilla y recibir sus besos.

No hay otro futuro, que el que no se comparte, con actos bondadosos, desinteresados y solidarios, ese acto es educar, para que sientan que el otro les esá brindando lo mejor, para que se sientan en igualdad de condiciones, para que se defiendan en la vida adversa.

Ese acto tan golpeado en estos tiempos, tan dejado de lado, sin encontrarle sentido a la noble tarea.

Corremos los adultos una larga carrera y atrás quedan ellos mirando nuestra estela..

Graciela Fittipaldi

Docente

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