Me tocó ser estudiante en la época de la dictadura. Tomar dos micros de ida y dos de vuelta para ir y volver de la Facultad de Medicina a mi casa.
Vivir atemorizados sin saber por qué; y recorrer toda la ciudad, de una punta a la otra observando a los soldados, a la policía, parados en las esquinas. Sin saber por qué ...
Muchas veces nos hacían bajar a los pasajeros del micro y nos alineaban a un costado palpándonos de armas primero, y luego pidiéndonos documentos. ¡ Y seguíamos sin saber
por qué... !
Nada se decía entonces, no se podía opinar ni preguntar. No se podía estar reunidos con amigos y hablar en voz alta de lo que estaba ocurriendo, por temor. Sin saber por qué ...
Lo único que nos recomendaban era no salir solos y siempre, siempre, con el documento encima. Hasta para ir a la esquina.
Y nunca supimos hasta mucho tiempo después, qué era lo que había ocurrido ...
¡Cuánta desolación, cuánto horror, cuántas vidas ...!
Y llegó la democracia y apareció en escena el Dr. Raúl Alfonsín para poder llevarla a cabo. Y ahí comprendimos, supimos, lo que era la libertad de expresarse, de reunirse, de opinar, de disentir, de circular sin problemas, de vivir ...
Gracias, Dr. Alfonsín. Por su entrega, su dedicación, sus sacrificios, por su entereza, sus renunciamientos, su tenacidad en continuar la lucha para conservar la democracia, por ser un tipo honrado. Que descanse en paz. Se lo merece.
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