martes, 8 de noviembre de 2011
Cumpleaños de Guri en el conventillo
En un conventillo de la Boca, festejó sus 50 años,Guri. Si deseamos agregar más datos, Horacio, como lo nombran los que lo han conocido adulto ya. Nacido en La Plata donde pasó parte de su niñez y adolescencia recaló luego en Buenos Aires, a media cuadra del Paseo Caminito.
Como convinimos cuando Kinyo cumplió sus 50, cada vez que uno de los primos arribara a esa edad, si el interesado estaba de acuerdo, allá íbamos a ir todos, a festejarlo.
La fiesta se hizo en el patio del conventillo-museo de Marjam Grum, un artísta plástico -igual que su esposa- que ha restaurado una propiedad prácticamente destruida y atesora recuerdos y antigüedades que le dan al lugar una encanto especial.
En el patio se reunieron
alrededor de 50 personas entre
familiares y amigos, desde
la mayor de la familia, hasta el más pequeñito de solo 2 meses y medio, Simón, que estaba, como en su casa, atrapado por la magia del lugar.
Luego de degustar un rico asado, llegó el momento de entregarle el regalo al dueño del cumpleaños: una revista suplemento de Sur Capitalino que le había realizado su grupo de colaboradores.
En la tapa Guri con un largo bonete festeja su primer año de edad en Tapalqué y pasado el tiempo, una foto actual con sombrero de milonguero
En la parte inferior se lee: "Primada a pleno, sobrinas, hermana, cuñadas, nietas, compañera de ruta, amig@s y hasta un corresponsal desde el viejo continente. Fotos históricas y rimas ilustres".
En esa revista escribieron muchos de los allegados a Guri quienes recordaron pasajes de su vida y sus anécdotas.
A continuación vino el agradecimiento del cumpleañero quien entregó un cuadro con una fotografía al dueño del lugar, como testimonio de afecto y reconocimiento.
Y luego, como no podía ser de otra manera en un patio de un conventillo, se armó el baile. Primero el tango, interpretado por Natalia (teclado) y luego las danzas folklóricas, a cargo de Andrés (guitarra) y su hija Luciana (bombo).
Tal vez sin darse cuenta, músicos y bailarines, reprodujeron la escenografía del barrio, donde en las veredas conviven el campo y la ciudad, a través de esculturas o estatuillas reproducidas con asombrosa fidelidad.
Cuando uno recorre los alrededores, dan ganas de sentarse a tomar unos mates con algún criollo o pararse a charlar con esos compadritos de funyi y lengue que, en la vorágine del movimiento turístico que circula por el lugar, se confunden con seres de carne y hueso.
En síntesis, 50 años festejados en un lugar de ensueño que a los futuros cumpleañeros les será difícil superar.
Un video de los bailarines
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