martes, 22 de noviembre de 2011

Siguen las muertes de niños y jóvenes ¡Basta!

Hace pocos días se publicó en este espacio un artículo titulado "Dejen de maltratar a los niños", alertados por la seguidilla de muertes violentas. Se citan los últimos casos, sólo para poner en evidencia la gravedad del problema. Antes del 31 de agosto se encontró el cuerpo de Candela en un basural de Villa Tesei; el 1° de noviembre, en la zona de Glew, fue encontrado el cuerpo de Nicole Milagros, ahorcada por una remera; el 17 de noviembre, se encontró el cuerpo de Tomás, en la ciudad de Lincoln; el 21 de noviembre fue estrangulado Gastón, en la ciudad de Miramar. En ese tiempo una cantidad aún mayor, de jóvenes -ya proporcionaremos la lista próximamente- ha muerto en hechos violentos.

Más allá de las causas, semejantes o disímiles según los casos, el hecho es que gran parte de la sociedad, especialmente los funcionarios, miran para otro lado o hacen oídos sordos al clamor de detener el ataque hacia quienes no llegan a madurar, porque en forma violenta les arrebatan la vida. Sin duda, no se animan a encarar estos hechos con la valentía que requiere, porque la frecuencia de muertes violentas es demasiado fuerte, porque el desarrollo de la comunicación no permite ocultar estos casos debajo de la alfombra y porque el éxito de cualquier programa que se instrumente requiere de años hasta lograr sus frutos, lo que iría en contra de la sensación de euforia y felicidad que se quiere instalar en la opinión pública.

La falta de esclarecimiento de varias de esas muertes o el ocultamiento de pruebas o testimonios que pueden revelar falencias en quienes deberían combatir el delito, el aumento de casos de gatillo fácil, ocultos bajo la calificación de disparo accidental del arma, crean un clima que favorece la sucesión de muertes, la falta de esclarecimiento y los ataques a las instituciones en reclamo de justicia. Se está en presencia de una sociedad crispada porque hay quienes logran evadir la ley, según quienes los protejan y porque se ve que, en general, el peso de la justicia cae -con bastante frecuencia- sobre los más desprotegidos.

Cuando una gran parte de la sociedad ve con naturalidad la injusticia, la opresión, el sufrimiento y la muerte algo falla en su entramado social y se podría aventurar que no es un país de buena gente, donde se mata a niños y jóvenes, ante la actitud indiferente de quienes deberían protegerlos.

Urge una toma de conciencia en todos los niveles 1° para reconocer el problema, 2° para evaluarlo hasta encontrar las causas profundas (donde no sería ajeno el consumo de drogas) y 3° para desarrollar un plan preventivo, ( con la participación de un equipo interdisciplinario) que permita evitar tantas muertes injustas. Si así no sucediera, la sociedad como tantas veces lo ha hecho a lo largo de su historia, tendrá que sumar voluntades para reclamar, dentro de las leyes vigentes, que se instrumenten las medidas preventivas imprescindibles.
GSF

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