viernes, 21 de noviembre de 2008

Cortos trancos por Qeqertarsuaq


Un tiempo y distancias

Todo se desata, ahora los pocos habitantes de la entonces capital del norte ártico, Qeqertarsuaq, también pueden soñar su independecia. Una independencia algo insólita, porque lo que volvería la isla algo ajena sería su total desolación. Sus mil habitantes reinan, festejan y padecen la lejanía, no solo están en Groenlandia, al norte del Cículo Polar Ártico, sino que la estrategia es vaciarla. Los gobernantes de la mentada región autónoma de Groenlandia han optado por cortar por lo sano. Mucho puede decirse de las colonias y de los colonizados, este enorme pedacito de pais, la isla mas grande del planeta, esconde además su enorme isla, Disko, en un costado cual riñon, simbólico órgano sin su par a amputar, olvidando la historia destilada que pasa por sus fuentes termales y su agua cristalina.

La saga cuenta una historia no menos verídica que las investigaciones geológicas. Años de enorme distancia atrás, un par de yamanes corrieron la isla, la llevaron hacia el medio del norte del norte, amarrando sus kajak en sus columnas marinas, movieron ese enorme trozo de continente volcánico hasta darle amarras. Desde entonces la isla está ubicada donde la conocemos. Curiosos los relatos verbales, siempre mas verídicos y dinámicos que las letras que congelaron con su imprenta el tiempo aquel del que solo se tenía una fragmentada historia, apenas deformada por los dialectos pero intacta en su contenido. El escribir ha sido y será una manera de fotografiar el negativo de la realidad y ponerle luego colores a su antojo. Nada mejor que el loro con su gutural sonido y su memoria intuitiva para contestarte mal en su debido momento.

Un diamante cuelga del polo, facetas de fjordos congelados, golfos, islas, montañas de hielos y de rocas adornan su figura, entre ellos Qeqertarsuaq, Godhavn, Buen Puerto, como la llamaron sus primitivos conquistadores. Durante un par de siglos el hielo derritió la distancia y comunicó al mundo su existencia. Ahora divaga el pueblito en su mar ártico con sus casas abandonadas y su iglesia sin cura. Ayer nomás un tal Portsild fundó la Estación Artica, que no hace mucho cumplió cien años, la misma que cuenta las flores del verano y las ballenas del golfo. Todo es relativo, los glaciares se derriten hoy, se congelan, se desplazan, se aceleran o se quedan inmóviles en su ahora. Restos de árboles petrificados testigos de millones de años más al trópico corrigen nuestra imaginación, el mundo empezó ayer y terminará al medio día, la dimensión temporal es tan relativa como el uso horario, un buen sueño o una pesadilla.

Yo voy con mis medios, trepo de vez en cuando una montaña que se congela en su mejor momento y me dejo caer revolcado de nieve y distancia, sin la mínima noción del riesgo, hasta que el frío deje lugar al sudor del peligro, cuando el vértigo tranforma la vista en un don traicionero, cuando los recuerdos conversan con vos.

La física puede engañar a sus miopes investigadores, la geología a sus geólogos, el brujo a su tribu. Esto bien puede ser explicado por sus mitos antiguos o por los resultados científicos. Todos a ciegas. Dos mas dos siete. Unas horas de vuelo y se cambia todo lo que se tiene por lo poco que se necesita,

Groenlandia, algunos de sus mágicos lugares son tan profundos que solo queda lugar para ser irrespetuoso, declararle rebeldía al devenir, al cambio climático, a la crisis económica, al tiro por la culata.

Dejo por hoy el paraiso, debo dejarlo. Un pequeño barco me lleva al sur, algo más de tres horas de mar movido, de la isla Aasiaat del archipiélago abajo de Disko, con lugar suficiente para el correteo de un avión, despegará mi hoy hacia mi propio presente. Llegaré mas tarde, algo mas viejo, algo mas cansado, a la moderna y siempre vieja Europa. Despegará también conmigo algo del continente sin tiempo, que abarca la isla desmembrada del resto, con sus viejos desdentados sonrientes con rifles en los hombros y pasos chuecos firmes de esquivar la resbalada. La sensación, la certeza, de que si hay algunos pasos que no sucumbirán al temblor, a la tempestad, a los tsunami de todo tipo, son esos pasos, los mismos que se alejan solos, que se vuelven pequeños en la inmensidad blanca, los que no necesitan calor para el abrigo ni sol para la alegría. Al llegar me acompañará la calma unas semanas y desaparecerá demasiado rápido como un don que se suelta.

Está tirada la taba del planeta, puede caer mala en un lado y suerte en otro, aunque la lisa parte esté engarzada en oro, el blanco sin valor puede salvarte.

Quién se anima a decir esto pasa, pasará o pasó? Sin ser testigo, sin el don de la empatía con lo que te abarca, el decir que algo es compartido es un consuelo. A veces la única verdad es que el frío templa y el calor da pereza; el resto? una infinidad de sueños e intenciones que te llevan a disfrutar los veinticinco bajo cero, el silencio y el cauto tranco en el hielo de siempre por su ahora.

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