viernes, 4 de abril de 2008

Larga historia de un feliz cumpleaños a un Patito Feo *** Nano Fittipaldi

El sol acaricia la ladera sureste del horizonte, la visibilidad engaña, recuerdo haber visto los Andes de Tierra del Fuego desde Rio Grande. De un extremo a otro del continente americano me toca ahora observar paralizado de asombro como se desatan por si mismos los nudos que amarran el alma a un solo lugar. Y allá a lo lejos, con un tono naranja de mañana las montañas esculpidas por el peso de los hielos, se alzan testigos del tiempo.
Hay quienes lograron que su destino los llevase por caminos insólitos, haciendo cosas insólitas. Otros van con el objetivo muy claro de descubrir, registrar, comprobar, dándole a la insignificante vida un verdadero sentido. A ellos les debemos gran parte del día a día moderno. A Darwin que no gastó algunos pares de alpargatas de gusto, a cartógrafos anónimos que arriesgaron la vida para dibujar el contorno de los mapas, geólogos, botánicos y antropólogos. Gente de tierra y mar, cuando las velas de los barcos eran sopladas por los dioses, los peligros desconocidos sobrenaturales.
Por allá va Ulises de vuelta a Itaca y por allá va Garibaldi haciendo de las suyas.
Si bien en Islandia se puede pasar caminando del continente americano al europeo, son semanas de mar que los aislaba.
Los pueblos que dan al mar, penínsulas e islas suelen ser mas informales, no es lo mismo Suiza o Austria que Dinamarca, Holanda o Inglaterra, no es lo mismo Italia que Alemania.
La historia latinoamericana es demasiado nueva para que esto sea determinante, aunque cualquier colombiano sabe que no es lo mismo ser de Bogotá que de Barranquilla, un brasilero de Sao Pablo no es un carioca. Los tiempos han cambiado, si bien Buenos Aires tiene reminiscencias culturales de ciudad portuaria, por los diez kilómetros de avenida Rivadavia hay miles de taxistas obsoletos, algunos pocos han atravesado la frontera de la jungla de cemento, hay pocos marineros y muchos de sus habitantes atormentados por el ruido, el caos y las olas del tráfico. Tierra más adentro cuentan los postes de los alambrados y pasa algo que se va, solamente cuando viene un circo destartalado.
La historia se hizo por mar durante muchos siglos, en épocas remotas donde todo lo demás era inaccesible era por el mar que se trazaban las rutas a la deriva, del mar se volvía curtido o no se volvía.
La gente de tierra adentro, apenas expuesta a un viento o un aguacero de tierra firme, suele ser conservadora por naturaleza. Serios planifican, vedadas le están las sorpresas de tesoros antiguos, banco de peces, buena suerte.
En este contexto los inuitas son el pueblo mas heroico al que se me ocurra hacerle reverencias. En un par de meses de verano con arpones y kajak desafían el peligro y le meten el arpón a la ballena por su respiradero, en el resto del año con trineos por el mar congelado al oso le hechan los perros que destroza a manotazos, detenidos por tempestades y temperaturas que pueden llegar a pasar los 50 grados bajo cero, si la nieve es buena hacen un acogedor iglú, de lo contrario hacen un hueco y se meten al reparo del trineo. Si! No estoy exagerando! Fué así que el gigante Peter Frauchen perdió un pié, estuvo todo un día tratando de salir del agujero que se había congelado como roca y su pala de escarbar en el hielo estaba en el trineo, un error que le costó su pie izquierdo, aunque anduvo todo un año por acá con morsillas en lugar de dedos hasta que se lo amputaron.
Ha sobrevivido darwinianamente el más fuerte, el más fuerte de sus hijos, el más fuerte de sus ancianos. Acá si que no hay tu tía o tu tío aunque todos se tuteen. Inocentemente orgullosos, humildes al hablar, con tendencia a minimizar los logros envolviendo las oraciones en diminutivos que ocultan la hazaña.
Hete aquí que en un altillo de un hospital polar, con esa vista indescriptible detenida, con el sol de media noche acercándose día a día, me despierto de un sueño que no me costó mucho interpretar.
Durante la semana había estado algo afiebrado, yo argumento caseramente que son pequeñas vacunas, contagios de estos lugares que me van creando anticuerpos. Dada la cercanía ni se me ocurre preguntarle al médico, que además le reconozco un buen trato de sus eventuales pacientes.
El sueco suele salir al único bar donde encuentra a toda la aldea y en caso que vengan con mañas los confronta con que anoche no lo había visto tan mal, a los saltos y a las risas, entre el humo y el alcohol...

2 comentarios:

Tapalqueneros dijo...

En defensa de las tortas fritas: En mis ¨largos¨ años de actividad, ya sea como docente o como periodista cultural me ha tocado desempeñarme en distintos ámbitos. Debo confesar, con absoluta honestidad, que ninguno de los manjares que me ha tocado degustar ha sido superior al de las tortas fritas familiares. Si me hubiera enterado que en los cortes de ruta las disribuían, con gusto hubiese viajado para ver si en alguna de ellas encontraba el sabor de las tortas fritas que hacía Mamá. Aunque las hacía con grasa de ninguna manera nos parecían una grasada. Para todos eran deliciosas. ¡Por las tortas fritas que me traen el recuerdo de aquellas reuniones familiares ¡Salud! Gladis

grafitti61 dijo...

Gracias por mis 47 y ¡a tu salud!
Recibí el mejor regalo que hubiera deseado, que soñaras conmigo, y que me dedicaras tu escrito.
Graciela