sábado, 5 de abril de 2008

OTRA VEZ... ROSITA

Hay un dicho que reza: “cuanto más conozco a la gente, más quiero a mi perro”, o algo similar.
El caso es que, yo nunca terminaré de conocer a Rosita.
Pensar que llevamos juntas 16 años!!!
Hemos sobrevivido a la hiperinflación, al corralito, a las inundaciones, a los patacones.
Hemos pasado por todos los estados económicos del país en los cuales nada nos era favorable. Cuando a mi me aumentaban el sueldo, las cosas se iban por la nubes.
Para comprar algo, debía hacer un plan económico de guerra…
Si cuidaba el gasto de luz, el gas volaba y me descolocaba el bolsillo.
Ahora, Rosita tiene delirios de grandeza.
Se cree una princesa rusa en el exilio.
Cree que yo voy a vender alguna joya de un antepasado nada más ni nada menos que…para conseguir carne.
No entiende de piquetes, ni de paros de transporte.
Se para frente a mí y me mira con ojos interrogantes y a la vez acusadores, culpándome de los cacerolazos.
Previendo que debía pensar en su alimentación, compré harina de maíz, preparé unas hermosas bolitas rellenas de picadillo de carne, se las ofrecí, y ella, con un gesto odioso, torció el hocico y poniendo cara de suegra, ni siquiera le pasó la lengua, se fue del plato y arrastrando su patita derecha, salió por la tranquera, camino a la calle.
Desde allá, me miraba con cara de poca amistad.
Entonces, viendo que nada podía hacer, compré una bolsa de alimento para perros, con una enorme cantidad de vitaminas, proteínas, etc. etc.
El primer día, escuché maravillada como crujían los trozos del manjar.
Pero el segundo día, volvió a mirarme de mala manera ¡y se pudrió todo!
Hice varios ensayos, le agregué leche, fideos, le convidé con bocadillos de acelga…nada. Hasta pensé que Rosita y Mahatma Gandhi eran una misma cosa.
Había decidido ayunar en rechazo al paro. ¡Rosita no está con el campo!!!
Ahí descubrí que Rosita está en contra de mis ideas, pero porque piensa y siente con el estómago.
Y no puedo culparla, porque es un animal y debe sobrevivir.
Pero descubrí algo más: que en esto, ella es más inteligente.
Debajo de las hortensias tenía escondida una buena provisión de huesos que, desafiante, sacó a relucir…y por supuesto no me convidó.

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