sábado, 6 de noviembre de 2010

CUARENTA Y SIETE AÑOS DESPUÉS


Esta historia debería empezar por el final.

Entonces uno podría reacomodar los hechos, mejorarlos, borrar lo que nos hace mal…

Pero las historias no tienen finales tristes ni felices, es más, tampoco tienen finales cuando existimos, al menos, dentro del corazón de otra persona.

Cuando finalizaba el mes de noviembre del año 1963, tres adolescentes de 17 años, que se encontraban pupilas en el Colegio Inmaculada Concepción de Azul, prontas a estrenar el título de maestras, en una hoja de carpeta , garabatearon un pacto.

Habían decidido encontrarse diez años después, en Buenos Aires, en ese mítico lugar que todo el mundo adopta para protestar o manifestarse: el obelisco.

No sé que sucedió con la copia de las otras dos amigas, pero sí sé lo que le sucedió a la mía: mi madre, temerosa de que huyera del hogar y esca

para sabe Dios dónde, destruyó

mi pacto.

¿Lo destruyó realmente?

Durante años me preguntaba qué sería de Norma Crosta y de Maggie Tesone, mis amigas, mis cómplices, mis compañeras de andanzas en esos tristes y grises días del internado.

Recuerdo nuestros atardeceres caminando

en círculo por el patio del colegio, esperando la noche, esperando el día viernes, mirando esos muros, para mi, gorrión tapalquenero, imposibles de escalar.

Pero yo siempre tuve la virtud de escaparme con los pensamientos, y ellos volaban lejos, tan lejos, que no me llegaban los desplantes de algunas compañeras de la “crema”, ni las frases ásperas de Sor María Marta, porque junto a dos náufragos, (Norma y Maggie) sorteamos esos obstáculos y nos marchamos…

¿Qué fue de nuestras vidas?

Hace poco tiempo, una amiga me invitó a ser parte de una red social, entré a ella, con desconfianza, porque la verdad, ciertas veces, me sentía un poco estupidizada.

Una vez, me desactivé, luego regresé, dado que casi todos mis familiares se habían zambullido ahí, y parecían decididos a quedarse.

Hace más de un mes, como tirando un mensaje d

entro de una botella, escribí el apellido y el nombre de Maggie, con enorme sorpresa, de la nada apareció su rostro, después de 47 años estaba ahí, sonriéndole al vacío de la web, entonces le escribí algo parecido a esto: si sos hermana de Maricel Tesone, si te llamás Maggie, sos vos ( creo que después le agregué algunas frases disparatadas) y firmé con el apodo que ellas me habían puesto: “Conito”.

Con emoción me respondió y me habló de sus cosas, de su vida, de su familia…y era como si hubiera estado siempre hablando conmigo.

En esos días, mi querida amiga se iba de viaje a Transilvania, porque según ella, le atraía todo lo relacionado con las historias de esos lugares extraños para mi, de ahí creo que no sé si en ese orden, fue a Bulgaria, Hungría y Budapest.

Recibí fotografías hermosas, imágenes inolvidables, hasta que un día, alguien con un nombre extraño, algo así como “momicheche”, solicitaba mi amistad en la red social.

Como ya estoy curada de espanto con los virus, el phishing y otras yerbas, aplacé a esa extraña amiga, mejor dicho: la borré.

Al día siguiente, Maggie me contaba asombrada, que, (ahora estaba en Roma), nuestra amiga Norma había aparecido de repente y le decía con pena: Conito no me conoció…

Le expliqué que nunca la había visto, entonces ella me dijo que Norma usaba el seudónimo extraño “momi…”

Rápidamente hice contacto con Norma expresándole:- Si te ponés nombre de gato y encima te quitás cerca de 20 años de edad ¿cómo te voy a reconocer?

En esos días, Maggie y yo, hablábamos a mand

íbula batiente por SKYPE durante varios minutos.

¿Y Norma?

¿Saben que por años escribió mi nombre en Skype, esperándome?¿que sabía de mis cosas porque un empleado bancario de mi pueblo, que trabajaba en el suyo, de tanto en tanto, le daba noticias?¿Que siempre esperó por mi?

A fines de octubre Maggie me avisó que en noviem

bre estaría en Olavaria.

Entonces…le propuse encontrarnos las tres, en donde fuera, no ya en el obelisco, porque está lejos y estamos un poco viejas para estar ahí entre tanto ruido y tanta gente.

Ella dijo en Azul, me pareció bien, pero había que consultar con Norma, que en estos días, se conectaba a Skype con una desventaja: la imagen de su cámara web, salía invertida y me hacía reír sin parar.

Finalmente el jueves 4 de noviembre, en la Terminal de ómnibus de Azul, adónde llegué en el momento justo en que dos señoras descendían de

él, nos abrazamos.

Y yo sentí el calor de un abrazo que escondía aquellos millones de abrazos y besos que nunca llegamos a darnos.

Y las encontré.

Mi destino de inmigrante es encontrar a los que amo y llamar con el pensamiento a quienes me aman.

Me sucede siempre. y esta vez no podía fallar.

Yo les dije: fue ayer cuando nos despedimos.

Norma dijo que no, que eran muchos años, Maggie lagrimeó y empezamos a caminar…

Llegamos al lugar en donde nos conocimos: Al Inmaculada.

Ya no había monjitas azules por los pasillos…

Lo primero que hicimos fue entrar a la capilla, donde está la Virgen.

Me acerqué al banco en donde me sentaba todas las mañanas, antes de ir a clase, en la misa.

Nos recibieron con afecto y alegría, nos llevaron a r

ecorrer el escenario de nuestras vidas de antes, nos sacamos fotografías, hablamos con todo el mundo, nos fuimos, buscamos un lugar donde almorzamos y brindamos por el reencuentro y hablamos largo y tendido.

Las cosas que nos dijimos y contamos, son absolutamente nuestras, fuimos cómplices del ayer y de hoy.

Por diversos motivos, la vida nos ha golpeado duro, muy duro a todas.

Ahora sabemos algo más, sabemos por ejemplo que envejeceremos las tres, en otros espacios y rodeadas de una familia que nos ama.

Pero también sabemos que estaremos atentas al llamado de cualquiera de nosotras porque es cierto que no se cortan los hilos invisibles cuando el sentimiento que los une aún sigue siendo verdadero cuarenta y siete años después…

BEBA LAPASTA

3 comentarios:

Maggie dijo...

Gracias amiga, por plasmar tan conmovedoramente nuestro reencuentro.

Unknown dijo...

cuando leo algo tuyo, no deja de caersema una lagrima,gracias Beba.

BEBA dijo...

Gracias Maggie y gracias Jorge Walter.
Demoré varios días en recordar quién se llamaba así...y descubrí al pícaro (yo diría, más bien atorrante) que iba conmigo al secundario y hacía renegar a Elsa, la profesora de dibujo, allá por los años 60.
¿Jorge Walter Ojeda?
Sí tenés que ser vos.
un abrazo tapalquenero.