miércoles, 18 de noviembre de 2009

Viajar es vivir.

Viaje a Búzios. 5ª parte
Habíamos programado hacer una excursión a Cabo Frío distante 24 km de Búzios. Nos iban a pasar a buscar a las 9 por la posada y como el día estaba feo y un poco ventoso para embarcar, se suspendió. Pero como sucede allí habitualmente, las nubes comenzaron a abrirse, el tiempo cambió y a las 11 estábamos en el micro con un montón de gente de otros hoteles rumbo a Cabo Frío y Arraial Do Cabo.
¡Qué maravilla! Empezando por el guía Fabio que nos acompañaba y nos explicaba todo; mezcla de español con palabras portuguesas pero totalmente entendible. Su particular manera de llamar a todo el grupo para sacarnos las fotos: amigosssshhhh! Nacido en Río de Janeiro, vive en Búzios, experto en computación y buzo profesional. Su ex esposa es de Lomas de Zamora por lo cual ha venido varias veces a nuestro país. Muy simpático, piel oscura y dientes blanquísimos.
Nos cuenta que Cabo Frío es el principal centro turístico de la Región dos Lagos y está cercada por el Océano Atlántico y la Laguna Araruama. Guarda tesoros históricos y arqueológicos de la época de la colonización. Fue la 7ª ciudad fundada de Brasil. Los barcos que llegaban de Portugal traían piedras y de regreso transportaban maderas, el famoso pâo Brasil. Hacían las casas con calcáreo y la junta o unión con aceite de ballena por lo que, al secarse, quedaban de color blanco. De allí el nombre que les dieron a los nativos de Río de Janeiro: cariocas (cari = blanco, oca = casa).
Cabo Frío tiene bellas playas, con aguas límpidas, arenas blancas y finas. Las principales son: Praia do Forte (por el Fuerte San Mateo), Praia do Peró, Praia do Foguete, Praia das Palmeiras.
Fabio nos dice que estamos pasando por el "barrio de los pies juntos", donde todos se mueren por vivir ahí: el cementerio (estuvo muy original). Nos pide que nos pongamos mucho protector solar; en el barco y antes de llegar a cada playa, incluídos los pies.
En el muelle de Praia do Forno, en Arraial Do Cabo, pagamos una tasa de embarque de R$ 3,00 cada uno; y emprendimos la aventura fascinante a bordo del Pelícano II. Riquísimas caipirinhas para todos, el agua azul, el sol fuerte, un día espectacular! Quiti se animó y en un trayecto "manejó" el barco. Sí, conduciendo de verdad, como si fuera un volante de auto, el timón del barco. Gente de todas las edades, niños, jóvenes, recién casados, adultos. Salvo cinco brasileros, los demás todos argentinos.
No se puede describir con palabras lo visto. El Pelícano II llegaba más o menos a 25 mts. de la playa. Algunos bajaban nadando, otros en gomón, los demás caminando, con el agua templada un poquito más arriba de la cintura. El mar calmo, verde turquesa como si lo hubiesen pintado; transparente, permite ver los peces de colores, los corales y ¡el fondo! ¡espectacular!
Bajamos en 3 o 4 playas, cuál de todas más linda. Dicen que no tienen nada que envidiarle al Caribe pues se parecen mucho. La arena es como talco, finita y blanca, y no quema. De ahí la recomendación de ponerse protector aún en los pies. Playas solitarias, aún vírgenes, en cuyas aguas se puede hacer snorkel o bucear. Nada de urbanización, bien tranquilas (como me gusta a mí).
El capitán del barquito tenía un pañuelo atado en la cabeza, barba rojiza y le faltaba el parche en un ojo para parecer un pirata, ¡cuántas historias leídas acudieron a mi mente! Pasamos cerca de una formación rocosa que se parece a la cabeza de un mono; por allí la "casita" del intendente en un morro; una gruta que se forma en las rocas en el mar... En fin, una excursión marítima que superó las expectativas.
De regreso en Cabo Frío, Fabio nos cuenta la parte histórica del sitio. Aquí se encuentra el Fuerte San Mateo, de 1620. Se construyó para defender a la ciudad de las invasiones inglesas, francesas, holandesas.
A orillas del canal de Itajuru, que une el mar con la Laguna de Araruama, se encuentran las casas de fin de semana de los habitantes de Río de Janeiro. Estas mansiones, según nuestro guía, valen entre 3 y 12.000.000 de dólares. Son barrios privados y residenciales, con sus muelles exclusivos. En la foto, en el fondo, la casa azul es de Roberto Carlos. Si hubiese estado allí, creo hubiese cruzado nadando el canal para saludarlo.
Todavía se conserva la Iglesia de San Benedicto con sus paredes de ¡1 m de espesor! para la defensa de los invasores; las calles con el empedrado original que trajeron los portugueses en los barcos y la ¡1ª casa de la ciudad! Admirable además por la higiene de esos lugares.
Hasta la próxima, si Dios quiere.
Norma









En las dos últimas fotos:
izquierda, Quiti frente a la primera casita del lugar.
derecha: casa de Roberto Carlos

1 comentario:

Graciela dijo...

Hermosos paisajes, el agua espectacular, muy buen relato.