En los lejanos días de la década del 60 (y parece que hablo de la prehistoria), mis hermanas y yo éramos adolescentes.
Nacidas una detrás de la otra, con diferencias de entre uno y tres años, le fue fácil a mi madre adaptarse a la moda de esos días, gracias a que ella era modista, creativa e ingeniosa.
Podía estar horas y horas en su máquina de coser, que por milagro conservo en mi poder, diseñando polleras, camisas, blusas con festones y pasa cintas, nuestras primeras lencerías…
Nos llamaba por turno para tomarnos las medidas, la recuerdo, con un alfiler en la boca, la cinta métrica en su mano, un lápiz en la otra, y un cuadernillo en donde estaban nuestras medidas: talle, sisa, cuello, largo de manga, largo total…
Mis medidas nunca se alteraban, sobre todo, el largo de las faldas, a los que ella siempre le dejaba diez o doce centímetros…por si crecía.
Siempre le dije, que el peso del ruedo de mis polleras, no me dejó crecer.
Y ella reía, con una sonrisa tan parecida a la mía, que a veces, cuando me miro al espejo, creo volver a verla.
Soñadora madre mía! delirante, casi loca.
Como en aquella oportunidad en que decidió que Susy, por ser la mayor, debía usar una pollera angosta tubular, zapatos negros de tacón muy fino… y un conjunto de lana de angora blanco como la nieve.
Como en Tapalqué carecíamos de esas innovaciones, en las tiendas vendían abrigos de lana de la última guerra mundial, ásperos, duros y oscuros, llegaban catálogos desde Buenos Aires, y don Severo Dáttoli, el comisionista, era quien debía recorrer, tienda por tienda, hasta dar con el mencionado pedido de mi madre, que encargó uno color verde nilo, para ella y otro para mi hermana.
Llegó la noche del estreno de esta moda tan audaz.
Hacía un frío de locos y había baile en el Club Sarmiento.
Mi padre nos llevó hasta la puerta del salón y nos advirtió: -ojo con bailar!!!
¿A qué íbamos?
Años más tarde supe la razón por la cual no bailábamos, él (vestido de sobretodo negro, sombrero negro y una enorme linterna en su bolsillo ya había amenazado a los posibles bailarines:- si bailás con mis hijas, te reviento-)
O sea que debía ser muy valiente el que quisiera hacerlo con las hijas de “don Corleone”.
Con o sin advertencia, mi hermana se las arreglaba y bailaba igual.
Pero esa noche, todos sus compañeros terminaban estornudando.
Cuando llegó su novio, que ahora es su esposo, le tocó el turno de bailar y estornudar a más no poder.
Su traje negro estaba lleno de pelos de conejo, sus bigotes también, y también los tenían los que rozaban su cuerpo al bailar.
Pero a ella no le fue mejor: la pobre es alérgica, cosa desconocida en aquellos años, comenzó a sufrir las consecuencias:- Creo que es la fiebre del heno- dijo el doctor Spreaffico muy serio-
Pero al conjunto de angora blanco le fue peor: después de tanto trajinar, debió ser lavado.
Perdió los pelos, perdió la blancura y convertido en un “cuajo” terminó sus días calentándonos los pies en el invierno.
BEBA LAPASTA
4 comentarios:
Hermoso artículo! Cuántas cosas nos hace recordar de tiempos idos. Gladis
HAY BEBA, SOS BRUJA!, EN EL BUEN SENTIDO, BEBÌA LOS VIENTOS POR UN CONJUNTO DE ANGORA, CIERTO... CAROS Y DIFÌCILES DE CONSEGUIR EN TQUÈ.-MAMI LE COMPRÒ UNO A MI HERMANA PARA UNA FIESTA DEL COLEGIO INMACULADA EN AZUL, Y YO COMO ERA LA MÀS CHICA Y NO SALÌA...TUVE QUE ESPERAR COMO TRES AÑOS MÀS PARA TENER UNO ROSA, LLENABAN TODO DE PELO Y LA SOLUCIÒN ERA PONERLO EN EL CONGELADOR DE LA HELADERA EN SU FUNDA DE NYLON, QUE LOCURA, TE LO PONÌAS Y LO QUE DEBÌA DAR CALORCITO TE CONGELABA PORQUE SALÌAN DE LA HELADERA A TU CUERPO, JAJAJAJ.- QUÈ RECUERDOS HERMOSOS, NOSOTRAS LAS MÀS CHICAS SIEMPRE, TODO TARDE JAJAJA, PERO ÈRAMOS FELICES Y DIVERTIDAS IGUAL.-BESO GRACIAS POR EL RECUERDO
Pero gracias a Dios, no lo heredé!
Porque decís bien: a nosotras las más chicas nos tocaba vestirnos con la ropa de las hermanas mayores, costumbres de antes, esa es la razón por la cual no tengo identidad y todos me confunden con Susy.
PARA NADA!!! LOCURAS TUYAS, VOS,FUISTE, SOS Y SERÀS INCONFUNDIBLE.-UN SER ÙNICO NO SE CONFUNDE CON NADIE.- BESOS
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