martes, 28 de julio de 2009

Nuevas aventuras de GPS *** Nano

Vivir de lo Ajeno

Un siervo se espanta y en un par de saltos se pierde en el bosque, Gastón Pérez Suárez lo ve irse indefenso. Tanto él como el siervo viven de salvar el pellejo a puro instinto. Las últimas travesías, si se puede llamar travesías a la comodidad del turista, lo tienen como de costumbre desorientado, se despierta con las coordenadas alteradas, sin noción de donde está y sale caminando mientras recupera la cordura. Las lecturas lo han ido transformando como aquel que se volvió Don Quijote, de tanto leer las andanzas de su ídolo Garibaldi se va metiendo en camisas rojas de once varas, pasando por alto que en el dos mil nueve, por mucho menos que entonces, de Europa te destierran.

Todo transcurre en la idílica Estocolmo, maravillosa con sus quince islas, a unos treinta km al sur, entre penínsulas y unas islas de las 30000 que componen el archipiélago que rodea la ciudad, entre rocas, bosques, lagos, mar y pequeños puertos.

GPS no tarda mucho en llegar en su bicicleta hasta una bajada que da a un puerto escondido, su bicicleta es un decir, tiene la ya especie de maña de no perdonar lo tirado, no se siente un miserable ladrón, con la escusa de códigos garibaldinos se apodera de lo que encuentra en estado de abandono, bicicletas, herramientas, puertas, ropa, repuestos de autos abandonados, luego todo prolijamente reparado, disfrutable y hasta vendible. Así siente el paradójico placer de vivir con lo puesto, lo encontrado, lo medio suyo. La sociedad del despilfarro apuntala con su dudosa moral de propiedad privada, todos sus actos algo inocentes y su camuflado vandalismo.

Luego de leer el pasaje en que los voluntarios rumbo a Sicilia roban carbón y piratean a gusto en nombre de una causa noble, se va por el muelle entre modernas cámaras de video que lo cubren todo para proteger la propiedad de gente como él. Vuelve, se sube a la bicicleta y por el angosto muelle de madera, entre las sogas de los barcos amarrados, las rendijas donde no debe incrustarse la rueda, se pierde a toda velocidad entrando de nuevo al bosque, a pocos metros encuentra lo que andaba buscando, una lancha con un lindo motor y una canoa, todo abandonado, sano. El sueño de visitar las diminutas islas, palear los lagos y sentirse aún mas libre está al alcance de la mano y hace el plan.

No se puede decir que sea un marinero nato, digamos que tiene unas pocas horas de navegación en aquel velerito que supo adquirir, se le ha dado por el agua aunque lo único que sabe, lo sabe por las incontables travesías de su héroe, no está seguro de lo que hará ni sentirá al primer viento fuerte, la primera ola estremecedora, la primera noche donde de GPS solo quede el rumbo al miedo.

Tiene que dejar pasar unos días, su apariencia de sospechoso en bicicleta está ya en la filmación cotidiana, en gigabatios de segundos como si se tratase de la Invención de Morel. La estrategia es la de siempre, no robar, sino tomar lo abandonado y disfrutar de ello, evitando así denuncias y rastreos.

Pasa por una casa de ventas de artículos de navegación, se compra una pipeta standar de entrada de nafta al motor, se consigue un bidón y espera el momento justo. De tardecita a los dos días trepa unas rocas, se mete entre las ramas, vuelve a salir algún siervo a los saltos y se pierde galope. Llega a la canoa, corta la cadena con una tenaza y una piedra, la ata con una soga al bote, sube el bidón de nafta, la mochila y sale sigilosamente remando desapercibido. Allá a lo lejos limpia la bujía del motor, le da nafta, tira de la piola y un cuatro tiempos prolijo se pone en marcha sin dificultad. Saca de la mochila el calentador, la olla, el agua, el mate, unas galletas secas suecas que le hacen acordar a su infancia y se pierde en el archipiélago.

Es el principio del verano y parece prometedor, esquiva conciente el posible azar que lo delate, cambia de lugar, alquila una cabaña en un camping y en la recepción deja una hoja tipo folleto donde ofrece canoa y bote de alquiler a precios módicos para los turistas, veinte euros la hora por el bote escluido el combustible y diez por la canoa.

Ya instalado se tira en la hamaca a leer, planea otras humildes adquicisiones y van pasando los días sin sobresaltos, tiende a aburrirse, como si la cabaña, los árboles, la luz, las islas y los turistas no fueran reales.

GPS, acostumbrado a ganarse la vida sin mucho sacrificio, se encuentre en la posición que se encuentre se ubica del lado del no hacer nada y arma de la nada su traga monedas. Puede que sea un don de doble filo, que con los años se arrepienta de despilfarrar talento en pos de sobrevivir por el solo gusto de tenerlo todo sin hacer mucho ni necesidad de defender lo suyo siempre ausente. Contradiciendo las leyes de que el trabajo es dignidad, salud, de la austeridad y el ahorro, de que el estudio da la mejor arma hacia la prosperidad, él no sabe en que gastar sin tener qué comprar ni ser dueño de nada. La libertad de los faltos de compromisos, su soledad de cordenadas clavadas en su sitio: N59° 05.885' E 18° 18.904'

Toma otro mate desde la hamaca, tararea ”Me Gustas Tu” ...qué hora son mi corazón... de Manu Chao, mira un pichón de liebre que distraído se pasea por ahí cerca, se despereza satisfecho de vivir en el amplio mundo, en lugares donde se puede dejar todo afuera, hasta los sentimientos. Salta agilmente, deja la cabaña abierta y se va a mirar que se le antoja encontrar que le haga falta.

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