Humor
Mi abuelo, que ya llegó a los 89 años, todavía es un hombre muy activo y de una lucidez en verdad envidiable. El otro día sintió unas molestias y, a instancias de la familia, accedió a consultar con el médico.
Visiblemente molesto, le dijo al profesional:
-No sé ni para qué vengo, si ya sé a qué se deben estas pequeñeces.
A lo que el médico respondió:
-¿Ah, sí? ¿Y a qué se deben, mi amigo?
-Esto no es más que simple vejez prematura.
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