-Me dicen que me vas a enviar muy pronto a la Tierra.
Pero, ¿cómo viviré tan pequeño e indefenso como soy?
-Entre los ángeles elegí uno para ti,
que te estará esperando. El te cuidará!
-Pero dime: aquí en el cielo no hago más que cantar
y sonreir. Eso basta para ser feliz!
-Tu ángel te cantará y te sonreirá todos los días
y tu sentirás mucho amor y serás feliz.
-¿Y cómo voy a entender lo que la gente me hable
si no conozco el extraño idioma que hablan los hombres?
-Tu ángel te dirá las palabras más dulces y tiernas
que puedas escuchar, y con mucha paciencia y cariño,
te enseñará a hablar.
-¿Y qué haré cuando quiera hablar contigo?
-Tu ángel te juntará las manitos y te enseñará a orar.
-He oído que en la Tierra hay hombres malos.
¿Quién me defenderá?
-Tu ángel te defenderá, incluso a costa de su vida.
-Pero estaré siempre triste porque no te veré más, Señor…
-Tu ángel te hablará siempre de Mí y te enseñará el camino
para llegar a mi presencia, aunque Yo estaré siempre a tu lado.
En ese instante una gran paz reinaba en el cielo y ya se oían voces
terrestres. Entonces, el niño dijo suavemente:
-Dios mío! Si me voy, al menos dime su nombre.
¿Cómo se llamará mi ángel?
“Su nombre no importa. Tú le dirás Mamá.
Esta tarjeta recibí para el día de la Madre.
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