Soy maestra jubilada, tengo dos hijas que son docentes en actividad, así que este tema nos resulta archiconocido.
Que a los docentes no les pagan lo que corresponde no es una novedad.
En esos momentos, en que todo parece tan difícil, hay que apelar al buen humor para sobrevivir.
Mi madre tenía esa virtud, heredada de su padre, mi abuelo Pablo Fittipaldi Marino, quien en situaciones críticas, solía reírse hasta de su poca suerte.
Entonces, cuando yo me lamentaba de mi magro salario, ella sacaba a relucir esta historia que ahora yo les cuento a mis hijas y a mis nietos.
Corría el año mil novecientos treinta y tantos, es sabido que en esa década el país sufrió una grave crisis económica, el abuelo Pablo, para poder sobrevivir con dignidad, en una jardinera tirada por una yegua tordilla, hacía recorridos por el campo llevando alimentos que cambiaba por pollos y huevos, estableciendo así un trueque que le dejaba una mísera ganancia.
En esos viajes se hizo amigo de un maestro y una mañana anunció que el mismo, llamado algo así como “el maestro Goete”, vendría a almorzar.
La abuela Gregoria, modelo de pulcritud y elegancia, limpió la casa, arregló a mi madre y a mi tía Marta que eran pequeños ( creo que el tío Coco no había nacido), hizo que la tía Lucía se arreglara el rodete, y preparó la comida…
En esos menesteres estaba, cuando golpearon las manos.
La tía Lucía, asomó la nariz por la ventana de su dormitorio y vino corriendo a la cocina despavorida mientras casi en un susurro decía:-¡Gregoria! cerrá la puerta, en la tranquera hay un linyera!-
Mi abuelo, al escucharlas, como hombre de su casa, se asomó también, y al rato se escuchaban las voces de ambos, acercándose a la cocina.
Ese “linyera”, era el maestro Goete, su estado calamitoso se debía a que el gobierno hacía meses que no le pagaba, es más, nunca le había pagado un sueldo y él sobrevivía con lo que los padres de sus alumnos del campo, podían darle: una gallina, algunos huevos, una mulita, una yunta de perdices…
Han pasado más de 80 años.
Sólo ellos han pasado, los maestros siguen esperando.
BEBA LAPASTA
(Con todo respeto, mi homenaje a los maestros de ayer, de hoy y de siempre que soportan todo con dignidad.)
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