martes, 2 de febrero de 2010

Tapalqueneros memoriosos


Si hablara esta casa, tal vez contaría la historia de los buenos viejos que en ella habitaron.
Que este vals sirva de homenaje para la hermosa señora que en ella vivió, junto a su esposo, dos queridos vecinos de Tapalqué, que vinieron desde otro país a luchar por un futuro de esperanzas.
Las manos que yo quiero, las manos que venero,
no son color de rosa ni tienen palidez.
Sus dedos no parecen diez gemas nacaradas,
tampoco están pintadas ni tienen altivez.
Son manos arrugadas, tal vez la más humildes
y están cual hojas secas de tanto trabajar.
Son estas manos santas las manos de mi madre,
aquellas que me dieron con todo amor el pan.

Las manos que yo quiero, las manos de mi madre,
ligeras como aves volando siempre van.
Las manos de mi madre por ágiles dichosas,
si no hacen siempre algo tranquilas nunca están.
Por rústicas y viejas, ¡qué bellas son sus manos!
Lavando tanta ropa, cortando tanto pan.
Corriendo por la casa, la mesa acariciando,
buscando en el descanso la aguja y el dedal.

Las manos que trajeron la lámpara a mi cama,
tapándome la espalda en el invierno cruel.
Que cuando estuve triste mis lágrimas secaron,
que cuando estuve enfermo, acariciándome.
¡Oh, manos adoradas! ¡Oh, manos llenas de alma!
En ellas yo quisiera mi frente refugiar,
y tristemente digo: ¡qué lejos que se encuentran,
qué lejos de mi angustia y de mi soledad!

BEBA LAPASTA

-------------

4 comentarios:

graciela dijo...

la casa es en san martin y 1 de mayo vivian la familia gonzales

Graciela dijo...

Hola, las estrofas son del vals de Sanguinetti, Manos adoradas. Hasta la próxima.

quiti martinez dijo...

Es la casa de Emilio González y Delfina Loreno. Ambos familiares míos. Emilio empleado municipal durante muchos años y corresponsal del diario LA NACION, teniendo la colección completa de varias décadas. Un hombre ávido de conocimientos, que estudió solo y siempre se preocupó por aprender más y más. Cuando trabajaba en el Almacén de don Bernabé González, mi abuelo, en sus momentos libres estaba con un libro, leyendo y leyendo. Tuvieron dos hijos, Chichí que vivía en Bs. As, padre de Luis Héctor y Guillermo (desaparecido) y el siempre recordado, Osvaldo o Yayo o Veterano, un gran bohemio, En el frondoso patio de esa casa, con asiduidad caían las pelotas que se nos perdían del frontón del Club Sarmiento. Gracias Beba por el recuerdo de otra familia querida. Quiti

BEBA dijo...

Gracias a ustedes que me permiten recrear con sus recuerdos, las imágenes inolvidables de aquellos queridos viejos que nos dieron el mejor ejemplo de vida que pudimos tener.