martes, 1 de marzo de 2011


Sabiduría
Érase una vez, una isla donde habitaban todos los sentimientos: la alegría, la tristeza, y muchos más incluyendo también el amor.
Un día les fue avisado a sus moradores que la isla se iba a hundir. Todos los sentimientos se apresuraron a abandonar la isla, abordaron sus barcos y se prepararon a partir apresuradamente; solamente el amor permaneció en ella, quería estar un rato más con la isla que tanto amaba antes que desapareciera.
Al fin con el agua al cuello y casi ahogado, el amor comenzó a pedir ayuda.
Se acercó a la riqueza que pasaba con un lujoso yate y le dijo: "riqueza llévame contigo"; la riqueza contestó: "no, no puedo; hay mucho oro y mucha plata en mi barco, no tengo espacio para tí".
Le pidió ayuda a la vanidad que también venía pasando: "vanidad, por favor, ayúdame". "Imposible, amor, estás mojado y arruinarías mi barco nuevo".
Pasó la soberbia y al pedir ayuda, contestó: "quítate de mi camino o te paso por encima".
Como pudo, el amor se acercó al yate del orgullo y una vez más solicitó ayuda. La respuesta fue una mirada despectiva y cuando el orgullo aceleró su yate, una ola casi lo asfixia.
El amor pidió ayuda a la tristeza: "¿me dejas ir contigo?". "Ay, amor, tú sabes que siempre ando sola y prefiero seguir así".
Pasó la alegría pero estaba tan ocupada que ni siquiera oyó al amor cuando la llamaba.
Desesperado ya el amor, comenzó a suspirar con lágrimas en sus ojos. Fue entonces cuando una voz le dijo: "ven, amor, yo te llevo"; Era un anciano. El amor estaba tan feliz que olvidó preguntar su nombre.
Fue llevado a la tierra de la sabiduría. El amor preguntó a ésta: "¿Quién era el anciano que me trajo y salvó mi vida?"
La sabiduría respondió: "era el tiempo". "¿Por qué el tiempo me quiso ayudar?"
La sabiduría le respondió, que solamente el tiempo es capaz de ayudar, comprender y entender a un gran amor.
Autor desconocido
M. M.

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