Karl Heinz Schnelliger, defensor de la selección alemana que jugó el Mundial del 70, era soldado. Le pidió al técnico Helmut Schoen permiso para ir trotando a las prácticas a la par del micro que llevaba a sus compañeros. Recorrió ocho kilómetros por día. Y en la cancha nunca se cansó de correr. Leónidas da Silva, considerado por los brasileños como el Pelé de los años 30, marcó el único gol sin zapatos en la historia de los mundiales, en un partido que Brasil le ganó a Polonia por 6 a 5. El zapato derecho del delantero se descosió. Mientras el calzado era reparado por un auxiliar, Leónidas siguió jugando. Aprovechó un rebote tras un centro de su compañero Hércules y marcó uno de sus cuatro goles en ese encuentro. Como estaba lloviendo, el juez sueco Eckling no notó la falta y convalidó el gol, aunque ya existía la regla de que sin el uniforme completo los jugadores no podían permanecer en el campo. Leónidas, brillante goleador, logró que hasta ese gol extraño fuera válido. El Maracaná, que se inauguró para el torneo de 1950, tenía una capacidad normal de 183.354 personas. A la final concurrieron nada menos que 199.854 personas, la mayor cantidad de espectadores reunidos para un partido de fútbol, según el Libro Guinnes. De El Libro de Oro del Mundial.
jueves, 17 de junio de 2010
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1 comentario:
Me encantó el relato del corredor Karl, me parece que voy a seguir tu técnica y así no me canso en Mafalda arreglando los jardines, jajajaja...............hasta el próximo relato.
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