Viaje a Búzios. 6ª parte
Todas las noches después de cenar íbamos al centro. Algunas veces caminando por la costanera, otras en combi.
Eduardo encontró la filial de Estudiantes de La Plata (en una cervecería, pizzería, crepería), local que se encuentra enfrente de la costanera, sobre la playa del centro. Se imaginan la alegría...! Se sacaron fotos todos, le hicieron firmar un libro gigante donde figuran las visitas pinchas. En la puerta, una foto de José Luis Calderón con el dueño de este bar. Eduardo le regaló la bandera de Estudiantes, la de la Copa Libertadores, luego de visitar el Maracaná y sacarse fotos con la misma. Lo "mimaron" como si hubiese sido un ex jugador del club, tipo Bruja Verón padre. ¡super simpático todo!
Allá, los restaurantes, bares, boliches, tienen muy poca luz artificial. Por lo general, en las mesas hay velas, ya sea dentro del local o las que están en las veredas.
Mucha música fuerte; algunos grupos tocando en vivo; y en la calle los que danzan con el torso desnudo capoeiras. Uno se encuentra inconcientemente moviendo hombros y pies, y por qué no caderas, con esta música alegre y pegadiza.
Los negocios abren tarde, algunos después de las 22, y cierran aún más tarde sobre todo en el centro, que como ya les conté tiene 6 cuadras de largo y 3 de ancho. Hay zapaterías, locales donde se exponen obras de arte, cine, galerías. Lugares donde se venden remeras, mallas, ropa, artesanías, souvenirs de toda clase, heladerías y bancos para sentarse sobre la calzada angosta y ver pasar gente. Muchas caras conocidas (de allá, claro). Por primera vez estuvimos en una heladería autoservicio. Uno toma el recipiente del tamaño que quiera y pasa sirviéndose el helado que guste; luego lo pesan y... ¡a disfrutar! (y a engordar).
En la plaza (Praça Santos Dumont) hay feria de artesanos durante las noches. Es una pequeña que está donde termina el centro.
Nos extrañó que, a diferencia de acá, uno puede pararse a mirar una vidriera, a examinar distintas cosas que se exhiben en la vereda, incluso entrar a un negocio y mirar y "tocar todo" y el vendedor/a no está encima diciendo ¿qué va a llevar? o ¿le ayudo en algo?. Muy por el contrario, uno tiene que dirigirse a ellos para que lo atiendan, aunque no haya más clientes... ¡qué distinto por estos lados donde nos atosigan constantemente!
Es de destacar la buena educación y el respeto de los buzianos. Viven del turismo y eso se nota.
Reitero una vez más que me llamó la atención el ancho de las veredas y calles en el centro, sobre todo. De una vereda de Tapalqué o de La Plata, salen 3 de Búzios. Y las calles empedradas, angostitas y cortas.
Casi siempre íbamos a la playa desde la mañana. El sol sale tempranísimo y se oculta también temprano. Así que hay que aprovechar, aunque sean horas no aptas ni aconsejables por los profesionales de la salud para estar bajo los rayos de Febo. Lo que nos resultaba gracioso era la extraña situación vivida de haber apagado antes de salir el calefactor en casa, en Argentina, y al día siguiente estar bañándonos en el mar turquesa y tomando sol, ¡hermoso!. Hubo días que teníamos 34º de temperatura (en octubre) y no se notaba en absoluto.
Próximamente última parte del viaje. Hasta entonces.
Norma
2 comentarios:
Todo lo que has contado hasta ahora de Buzios me ha parecido interesantísimo, principalmente por la forma en que está narrado y por la parte correspondiente a Estudiantes, pero nada se compara con este párrafo: "...una heladería autoservicio. Uno toma el recipiente del tamaño que quiera y pasa sirviéndose el helado que guste; luego lo pesan y... ¡a disfrutar! (y a engordar). aunque la última afirmación podríamos suprimirla. ¡Tendremos que ir a Buzios a disfrutar de esos helados!
Dan ganas de irse a vivir allá, por Estudiantes, el autoservicio de helados y los paisajes, me encanta, cariños.
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